viernes, 13 de junio de 2014

Desconcierto

por Carlos Martín Rio

Entre huelgas, protestas, ruido y furia arrancó el Mundial de Brasil. Con una previa tan ajetreada, la sensación general era que los brasileños jugaban contra sí mismos, contra los silbidos dentro y fuera de la cancha, contra los fantasmas del maracanazo como símbolo del ridículo nacional. Scolari y sus muchachos iniciaban el campeonato con el objetivo de ganarse el respeto de una opinión pública que se divide entre los que directamente no creen en el torneo y los que, aun tragándose el derroche que ha supuesto la organización del certamen, son incapaces de tener fe en un conjunto que por muy amarillo que vista, tiene un reflejo gris.

El invitado a la fiesta de inauguración era Croacia, esa selección indomable que desde que compite a nivel internacional siempre ha enseñado un nivel superior al de sus hermanos balcánicos. A los nostálgicos nos invade el recuerdo de 1998, pero no por ello hoy menospreciamos a la generación croata actual, un conjunto que, con algunos futbolistas consolidados en la élite europea, logra casi el equilibrio deseado entre clase y entrega.

Empieza el partido y un brasileño decente tiende a pensar que, después de ver actuar al hortera de Pitbull, la cosa no puede ponerse peor. Pero sí. Croacia sorprende a la defensa brasileña y propicia un gol en propia puerta de Marcelo. 0-1. Un escalofrío recorre Sao Paulo. La orgullosa pentacampeona, herida, no tiene más remedio que tirar de individualidades. Y en estas que aparece el discutido Neymar. Por si cabía alguna duda, el delantero del FC Barcelona es el único líder de Brasil. Y esto es una mala noticia para los brasileños. No porque el bueno de Junior, uno de los tres o cuatro mayores talentos del planeta fútbol, sea incapaz de asumir tal responsabilidad. No solo puede hacerlo sino que lo hará. Es una mala noticia porque, una vez más, la falta de preparación, la falta de proyecto, hiere en lo más hondo de la filosofía brasileña. Brasil es la mayor cantera de futbolistas mundo. Así lo es y así lo será. Sigue dando jugadores que le permiten ser la máxima favorita para ganar el mundial. Si levantan el trofeo a nadie le va a extrañar lo más mínimo. El problema llega cuando nos damos cuenta que tras la cantera, tras el talento individual, no hay escuela colectiva. No hay estilo. No hay marca. No enamora. Y, en consecuencia, no hay futuro a largo plazo. De ahí los silbidos exigentes de la torcida.

Ah, sí, el árbitro.

El árbitro se llama Yuichi Nishimura y es japonés de los de Tokio. Con 1-1 en el marcador, ve como Fred cae en el área fingiendo una especie de desmayo sobreactuado que emocionaría al mismísimo Dani Martín Alexandre. Penalti. La FIFA suma y sigue. Sabíamos que iban a ayudar al anfitrión, como manda la tradición, pero no por ello deja de ser lamentable. Lo más gracioso de todo es que, minutos antes, tras el gol de Croacia, la realización nos mostró la nueva tecnología que permitirá acabar con los goles fantasma. Nos decían “¿veis? Se acabaron para siempre las suspicacias”. De traca. Si yo tuviera el mismo interés que la FIFA por la innovación tecnología, ahora mismo estaría colocando este texto con cuidado en la patita de una paloma. 

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