sábado, 14 de junio de 2014

La libreta

por Carlos Martín Rio

Un Mundial no empieza del todo hasta que el campeón no entra en juego. Pero, visto lo visto ayer en Salvador, será mejor dar por iniciado el campeonato sin esperar que el defensor del título haga acto de presencia. Mientras, aprovechamos para dar la bienvenida a la primera gran revelación del torneo: esa Holanda sensacional que borró del mapa a una España cansada (literalmente) de ganar.

Las razones para explicar la victoria oranje se encuentran en el magnífico planteamiento táctico de Louis van Gaal, plasmado sobre el campo por un grupo disciplinado y riguroso que además demostró acierto y clase en la definición. Pero, para entender que además de ganar humillaran a su rival, hay que acudir a razones psicológicas. Los Países Bajos se comieron a España en todos los sentidos. La desesperaron. Le hicieron sentirse lenta y decrépita. Adivinaron todos sus movimientos, tan previsibles. La presión de su línea de cinco fue asfixiante, mortal para un equipo que movía el balón con una ineficaz parsimonia. Las acciones de calidad de Diego Costa, Iniesta o Silva fueron destellos tan aislados que solo contribuyeron al desconcierto general. Ni siquiera el penalti transformado por Xabi Alonso varió el guión. Fue un espejismo. Los de Del Bosque se descomponían sin remedio mientras a las espaldas de su defensa los holandeses campaban a sus anchas. Detectaron un punto débil entre Ramos y Piqué y lo torpedearon sin piedad. Cuando Blind conectó con el holandés volador –Van Persie-, la sentencia ya estaba firmada. Tras el descanso, Casillas lideró el esperpento y Robben, protocandidato a Balón de Oro y Bota de Oro del torneo, se divirtió como nunca. Los que todavía definen a los equipos de Van Gaal como antipáticos, toscos y rudos, debieron quedar desconcertados al ver la sonrisa de niño pillo de Arjen.

1-5. Historia del fútbol. Llevamos dos días de competición y ya tenemos algo para recordar. La humillación de un campeón que cayó cinco veces a la lona y quedó tan noqueado como sorprendido. La arrogancia nunca es buena, pero es inevitable en los ganadores. La humildad, en cambio, es un valor que se adquiere a golpes. En pocos días sabremos si tal paliza supone la despedida definitiva de esta generación que ha dominado el fútbol de selecciones en los últimos seis años. También dilucidaremos pronto hasta dónde puede llegar esta Holanda. Su futuro ya está escrito, aunque no creo que Van Gaal nos deje ojear esa libreta. 

viernes, 13 de junio de 2014

Desconcierto

por Carlos Martín Rio

Entre huelgas, protestas, ruido y furia arrancó el Mundial de Brasil. Con una previa tan ajetreada, la sensación general era que los brasileños jugaban contra sí mismos, contra los silbidos dentro y fuera de la cancha, contra los fantasmas del maracanazo como símbolo del ridículo nacional. Scolari y sus muchachos iniciaban el campeonato con el objetivo de ganarse el respeto de una opinión pública que se divide entre los que directamente no creen en el torneo y los que, aun tragándose el derroche que ha supuesto la organización del certamen, son incapaces de tener fe en un conjunto que por muy amarillo que vista, tiene un reflejo gris.

El invitado a la fiesta de inauguración era Croacia, esa selección indomable que desde que compite a nivel internacional siempre ha enseñado un nivel superior al de sus hermanos balcánicos. A los nostálgicos nos invade el recuerdo de 1998, pero no por ello hoy menospreciamos a la generación croata actual, un conjunto que, con algunos futbolistas consolidados en la élite europea, logra casi el equilibrio deseado entre clase y entrega.

Empieza el partido y un brasileño decente tiende a pensar que, después de ver actuar al hortera de Pitbull, la cosa no puede ponerse peor. Pero sí. Croacia sorprende a la defensa brasileña y propicia un gol en propia puerta de Marcelo. 0-1. Un escalofrío recorre Sao Paulo. La orgullosa pentacampeona, herida, no tiene más remedio que tirar de individualidades. Y en estas que aparece el discutido Neymar. Por si cabía alguna duda, el delantero del FC Barcelona es el único líder de Brasil. Y esto es una mala noticia para los brasileños. No porque el bueno de Junior, uno de los tres o cuatro mayores talentos del planeta fútbol, sea incapaz de asumir tal responsabilidad. No solo puede hacerlo sino que lo hará. Es una mala noticia porque, una vez más, la falta de preparación, la falta de proyecto, hiere en lo más hondo de la filosofía brasileña. Brasil es la mayor cantera de futbolistas mundo. Así lo es y así lo será. Sigue dando jugadores que le permiten ser la máxima favorita para ganar el mundial. Si levantan el trofeo a nadie le va a extrañar lo más mínimo. El problema llega cuando nos damos cuenta que tras la cantera, tras el talento individual, no hay escuela colectiva. No hay estilo. No hay marca. No enamora. Y, en consecuencia, no hay futuro a largo plazo. De ahí los silbidos exigentes de la torcida.

Ah, sí, el árbitro.

El árbitro se llama Yuichi Nishimura y es japonés de los de Tokio. Con 1-1 en el marcador, ve como Fred cae en el área fingiendo una especie de desmayo sobreactuado que emocionaría al mismísimo Dani Martín Alexandre. Penalti. La FIFA suma y sigue. Sabíamos que iban a ayudar al anfitrión, como manda la tradición, pero no por ello deja de ser lamentable. Lo más gracioso de todo es que, minutos antes, tras el gol de Croacia, la realización nos mostró la nueva tecnología que permitirá acabar con los goles fantasma. Nos decían “¿veis? Se acabaron para siempre las suspicacias”. De traca. Si yo tuviera el mismo interés que la FIFA por la innovación tecnología, ahora mismo estaría colocando este texto con cuidado en la patita de una paloma.