Qué contento que se le veía a Francesco Totti después de derrotar a su rival en la capital italiana, la Lazio. Totti -simpático chaval donde los haya- dejó que la euforia de un título de liga que creía tocar con los dedos se desbordara, olvidó su brazalete y se comportó como un aficionado romanista más, dedicando un gesto a la grada rival con los pulgares hacia abajo, dando a entender que se regocijaba con la idea de ver a los laziales bajar a la Serie B. El bueno de Totti. Le perdió la euforia. Hay que controlar los impulsos cuando todos los ojos están puestos en ti. Porque uno es dueño de sus silencios, pero esclavo, para siempre, de sus gestos.
Y una semana más tarde todo es diferente. La Roma perdió ayer contra pronóstico ante la sólida Sampdoria. Digo contra pronóstico porque cuando el mismo Totti adelantó a su equipo en la primera parte, pocos podían vaticinar que dejaran escapar los líderes la oportunidad de dejar la Liga casi liquidada. Había ganado el día antes el Inter, y se había colocado en cabeza provisionalmente, pero la presión parecía que no afectaba a los de Ranieri en los primeros compases del partido. Era una sensación engañosa, el resto ya lo conocemos. La Sampdoria mata al contraataque y remonta. 1-2. La Roma pasa a la segunda plaza y ahora tiene que esperar un pinchazo del Inter. Algo poco probable en los tres partidos que quedan. Me explico.
Si echamos un vistazo al calendario vemos que la próxima semana los de Mourinho tienen una dura salida al Olímpico para enfrentarse a la Lazio. ¿Dura? ¿seguro? En condiciones normales sería así, pero con los laziales con los deberes casi hechos, habiendo eliminado casi con toda seguridad la amenaza del descenso, no sería de extrañar que los aficionados celestes celebren los goles de los neroazzurri con una media sonrisa maliciosa, y que los jugadores, contagiados, tampoco se tomarán demasiado en serio el compromiso.
Si hubiera echado un vistazo a las opciones del futuro, Totti se lo habría pensado dos veces antes de faltar al respeto a una afición que ya tiene suficiente con lo suyo, dentro y fuera del propio club.
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