El fantasma de la “B”, el fantasma de la “B”…tanto se han mofado de River Plate en el último tiempo por su errante andar en la liga argentina, que lo que acongoja a los hinchas ‘millonarios’, en verdad, es el fantasma de la “V”, de la vergüenza. Y desde ya que ellos son los menos culpables de una situación que, desde 2002 hasta hoy, ha sumergido al club en una pesadilla de la cual aun no puede despertar y lo ha empujado al borde del precipicio al tener que jugar la promoción por primera vez en su historia. Desde el inicio de la gestión de José María Aguilar (2001-2009) hasta la vigente de Daniel Passarella (desde diciembre de 2009), River está viviendo su propia ‘década infame’.
La derrota del último sábado en ‘El Monumental’, 1-2 ante Lanús, no fue más que el canto de cisne de una agonía lenta y dolorosa. Los promedios del descenso contabilizan los puntajes de los últimos tres años, en los que ‘La Banda’ fue último (Apertura 2008) y lo único aceptable fue el cuarto puesto del Apertura 2010 donde sumó 31 puntos. Pero la crisis viene desde mucho antes, excede a los últimos seis campeonatos y tiene que ver con cuestiones de raíz.
Cuando José María Aguilar asumió la presidencia del club en diciembre de 2001, lo hizo heredando al entrenador de la gestión anterior, el más ganador de la historia de la institución, Ramón Díaz. Ramón ganó el Clausura 2002, pero el presidente decidió no renovarle el contrato y traer un entrenador elegido 100% por él, Manuel Pellegrini –ganó el Clausura 2003, pero perdió la final de la Sudamericana 2003 ante Cienciano de Perú y el equipo nunca alcanzó un alto nivel de juego-.
Pero no solo cortó con el proceso más exitoso de todos los tiempos, sino que además decidió despedir al Coordinador de la Divisiones Inferiores, Delem. Bajo la batuta del brasileño, River promovió desde su cantera a jugadores de la talla de Ariel Ortega, Hernán Crespo, Marcelo Gallardo, Matías Almeyda, Santiago Solari, Pablo Aimar, Javier Saviola, Andrés D´Alessandro, Fernando Cavenaghi, Martín Demichelis, Maxi López, Javier Mascherano, Gonzalo Higuaín o Falcao. Desde la marcha de Delem, hace nueve años, River ha perdido visión de futuro y las promesas que rompen el molde aparecen en cuentagotas a tal punto que sólo podemos nombrar a Erick Lamela.
Así las cosas, el ‘Millonario’, haciendo alarde de su mote –sin olvidar que se alardea de lo que se carece-, salió a buscar en el mercado lo que ya no tenía en casa. Pero la mira estaba errada y se traía por traer. Así llegaban a Núñez jugadores que ni siquiera brillaban en otros equipos: Loeschbor, Virviescas, Fernando Crosa, Pusineri, Lussenhoff, Marcelo Sosa, Martín Del Campo, Quiroga, Fabbiani, Barbosa, Paniagua, Navarro, Cabral, Nico Sánchez y la lista sigue. Ninguno tuvo rendimientos de garantías, ni generaron ganancias a la institución por una reventa.
Paralelamente la gestión Aguilar vendía porcentajes de jugadores de las divisiones inferiores a grupos empresarios para cerrar con superávit sus balances anuales. De esa forma, grandes proyectos como Mateo Musacchio, una de las revelaciones del fútbol español con el Villarreal, se fueron del club por la puerta de atrás, sin que nadie se enterara y con menos de una decena de partidos en primera.
Aguilar también alimentó el desarrollo de la barra brava, ‘Los Borrachos del Tablón’, que crecieron de tal forma dentro de la vida institucional que, incluso, recibían porcentajes por la transferencia de jugadores. Uno de los casos testigos es el de la venta de Gonzalo Higuaín al Real Madrid en enero de 2007, que le habría reportado a la barra una cifra cercana a los 300 mil euros. Sin olvidar que había miembros de la misma que aparecían en los libros como empleados del club con sueldos superiores a los 5 mil pesos, sin nunca aparecerse a trabajar. Tanto poder acumulado y tanto dinero manejaban ‘Los Borrachos’ que el estallido de la interna por más poder y más dinero fue inevitable.
Dicha interna acabó con la vida de Gonzalo Acro en agosto de 2007. Por esa causa hoy se encuentran en juicio William y Alan Schlenker, jefes de la fracción antagónica a la de Adrián Rousseau y el fallecido Acro. Muchas de las acusaciones que los Schlenker lanzan en su defensa van dirigidas al ex presidente. “Hay una mano negra detrás de todo esto. Tengo en contra una organización mafiosa y a una persona que está mintiendo por plata. Adrián (Rousseau) es un pescado, no es nadie. A la cabeza de la organización están José María Aguilar y Mario Israel”, acusó hace un año Alan.
El modelo exportador del fútbol argentino obligó al club a desprenderse de sus principales figuras. El problema es que cuando esas figuras tuvieron la posibilidad de volver –Malevo Ferreyra, Andrés D´Alessandro, Fernando Cavenaghi, Maxi López o Santiago Solari- no lo hicieron por su pésima relación con Aguilar y, en definitiva, terminaron jugando en otros equipos como San Lorenzo, Inter de Porto Alegre, Gremio o Peñarol.
Según una investigación publicada por Juan Pablo Varsky el pasado 22 de noviembre en canchallena.com, el balance económico 2010 arrojó “el mayor déficit de un ejercicio en la historia del club y del fútbol argentino: 79.828.156 pesos. El pasivo alcanza los 216.827.799 pesos. El pasivo corriente -las deudas a cancelar en un año- es de 191.721.760 pesos (…) El patrimonio neto cayó de 100.322.315 pesos a 20.494.059 pesos. Arrastra deudas vencidas por 57.166.075 pesos y debe afrontar obligaciones a seis meses por 53.097.260 pesos”. Lapidario.
En el campo de juego no se vio más que reflejo del desorden de los despachos. Así ocurrieron dos hitos que marcaron a fuego a esta generación de jugadores que no han sabido soportar el peso de la adversidad. El primero fue el 8-M, el día del “silencio atroz”. El 8 de mayo de 2008, River definía en casa los octavos de final de la Copa Libertadores ante el San Lorenzo de Ramón Díaz y Andrés D´Alessandro. A 20 minutos para el final del partido, los dirigidos por Diego Simeone ganaban 2-0 y tenían dos hombres de más en el campo por las expulsiones de ‘Chaco’ Torres y Jonathan Bottinelli. Dos goles de Gonzalo Bergessio silenciaron al ‘Monumental’ y dejaron a ‘La Banda’ sin Copa.
Con el estigma del 8-M encima, esos mismos jugadores bajo la dirección del mismo entrenador finalizaron últimos en el Apertura siguiente con sólo 14 puntos en 19 juegos y derrota en casa ante Boca (0-1 gol de Lucas Viatri) incluida. Ese fue el fin del ciclo Simeone y el comienzo del flaco promedio del descenso que hoy obliga a los de Núñez a disputar la promoción por mantener la categoría ante Belgrano de Córdoba.
Con la soga al cuello, Daniel Passarella, que fue entrenador en 2006 y 2007 bajo la batuta de Aguilar, asumió como presidente. Poco ha podido hacer por revertir la historia, pero tras un año y medio de gestión tampoco puede eximirse de culpas. Su forma personalista e impulsiva de poder lo han llevado a enfrentarse en el momento menos oportuno con el presidente de la AFA, Julio Grondona, y a ganarse el resquemor de los miembros de su propia Comisión Directiva, quienes le reclaman más reuniones y delegaciones de tareas.
Habiendo sido DT llama la atención su nulo respeto hacia los procesos de los entrenadores. En 18 meses de mandato passarelliano, los riverplatenses han tenido tres preparadores: Leonardo Astrada, Ángel Cappa y JJ López –hasta diciembre pasado River pagaba el sueldo a los tres-. Tampoco ha tenido mucho tino a la hora de los refuerzos. Así ha traído auténticos fiascos como Gustavo Canales, Rodrigo Rojas, Carlos Arano, Josepmir Ballón y ha impedido la salida de Rogelio Funes Mori por quien en enero había una oferta del Benfica de ocho millones de euros. Hoy Funes Mori es el tercer delantero en importancia para JJ López, muy por detrás de Mariano Pavone y Leandro Caruso. Hoy no hay ninguna oferta por el atacante mendocino.
Por todas estas razones, River está donde lamentablemente merece estar. No hay club en Argentina que haya hecho tan mal las cosas en la última década. Última década que, como si fuera poco, coincide con la más exitosa del enemigo íntimo que alzó las Libertadores de 2001, 2003 y 2007; la Intercontinental de 2007; las Sudamericanas de 2004 y 2005 y varios títulos locales más. Y eso sin entrar en detalles de las saneadas arcas boquenses.
Lo único rescatable es el apoyo incondicional de su gente que ha acabado con el mito de que cuando el equipo va mal “esas tribunas están vacías”. En los últimos tres años, los mismos que cuentan para los promedios, los ‘millonarios’ han sido los líderes de recaudación batiendo todos los récords habidos y por haber. Tristemente juegan once, esos once que ven la “V” de vergüenza muy de cerca por culpa de un sinvergüenza que ni siquiera es el presidente que debe hacerse cargo del lastre que ha dejado. La herencia Aguilar ha dejado a River su propia ‘década infame’ y el fantasma de la “B” modela por la passarella.
La derrota del último sábado en ‘El Monumental’, 1-2 ante Lanús, no fue más que el canto de cisne de una agonía lenta y dolorosa. Los promedios del descenso contabilizan los puntajes de los últimos tres años, en los que ‘La Banda’ fue último (Apertura 2008) y lo único aceptable fue el cuarto puesto del Apertura 2010 donde sumó 31 puntos. Pero la crisis viene desde mucho antes, excede a los últimos seis campeonatos y tiene que ver con cuestiones de raíz.
Cuando José María Aguilar asumió la presidencia del club en diciembre de 2001, lo hizo heredando al entrenador de la gestión anterior, el más ganador de la historia de la institución, Ramón Díaz. Ramón ganó el Clausura 2002, pero el presidente decidió no renovarle el contrato y traer un entrenador elegido 100% por él, Manuel Pellegrini –ganó el Clausura 2003, pero perdió la final de la Sudamericana 2003 ante Cienciano de Perú y el equipo nunca alcanzó un alto nivel de juego-.
Pero no solo cortó con el proceso más exitoso de todos los tiempos, sino que además decidió despedir al Coordinador de la Divisiones Inferiores, Delem. Bajo la batuta del brasileño, River promovió desde su cantera a jugadores de la talla de Ariel Ortega, Hernán Crespo, Marcelo Gallardo, Matías Almeyda, Santiago Solari, Pablo Aimar, Javier Saviola, Andrés D´Alessandro, Fernando Cavenaghi, Martín Demichelis, Maxi López, Javier Mascherano, Gonzalo Higuaín o Falcao. Desde la marcha de Delem, hace nueve años, River ha perdido visión de futuro y las promesas que rompen el molde aparecen en cuentagotas a tal punto que sólo podemos nombrar a Erick Lamela.
Así las cosas, el ‘Millonario’, haciendo alarde de su mote –sin olvidar que se alardea de lo que se carece-, salió a buscar en el mercado lo que ya no tenía en casa. Pero la mira estaba errada y se traía por traer. Así llegaban a Núñez jugadores que ni siquiera brillaban en otros equipos: Loeschbor, Virviescas, Fernando Crosa, Pusineri, Lussenhoff, Marcelo Sosa, Martín Del Campo, Quiroga, Fabbiani, Barbosa, Paniagua, Navarro, Cabral, Nico Sánchez y la lista sigue. Ninguno tuvo rendimientos de garantías, ni generaron ganancias a la institución por una reventa.
Paralelamente la gestión Aguilar vendía porcentajes de jugadores de las divisiones inferiores a grupos empresarios para cerrar con superávit sus balances anuales. De esa forma, grandes proyectos como Mateo Musacchio, una de las revelaciones del fútbol español con el Villarreal, se fueron del club por la puerta de atrás, sin que nadie se enterara y con menos de una decena de partidos en primera.
Aguilar también alimentó el desarrollo de la barra brava, ‘Los Borrachos del Tablón’, que crecieron de tal forma dentro de la vida institucional que, incluso, recibían porcentajes por la transferencia de jugadores. Uno de los casos testigos es el de la venta de Gonzalo Higuaín al Real Madrid en enero de 2007, que le habría reportado a la barra una cifra cercana a los 300 mil euros. Sin olvidar que había miembros de la misma que aparecían en los libros como empleados del club con sueldos superiores a los 5 mil pesos, sin nunca aparecerse a trabajar. Tanto poder acumulado y tanto dinero manejaban ‘Los Borrachos’ que el estallido de la interna por más poder y más dinero fue inevitable.
Dicha interna acabó con la vida de Gonzalo Acro en agosto de 2007. Por esa causa hoy se encuentran en juicio William y Alan Schlenker, jefes de la fracción antagónica a la de Adrián Rousseau y el fallecido Acro. Muchas de las acusaciones que los Schlenker lanzan en su defensa van dirigidas al ex presidente. “Hay una mano negra detrás de todo esto. Tengo en contra una organización mafiosa y a una persona que está mintiendo por plata. Adrián (Rousseau) es un pescado, no es nadie. A la cabeza de la organización están José María Aguilar y Mario Israel”, acusó hace un año Alan.
El modelo exportador del fútbol argentino obligó al club a desprenderse de sus principales figuras. El problema es que cuando esas figuras tuvieron la posibilidad de volver –Malevo Ferreyra, Andrés D´Alessandro, Fernando Cavenaghi, Maxi López o Santiago Solari- no lo hicieron por su pésima relación con Aguilar y, en definitiva, terminaron jugando en otros equipos como San Lorenzo, Inter de Porto Alegre, Gremio o Peñarol.
Según una investigación publicada por Juan Pablo Varsky el pasado 22 de noviembre en canchallena.com, el balance económico 2010 arrojó “el mayor déficit de un ejercicio en la historia del club y del fútbol argentino: 79.828.156 pesos. El pasivo alcanza los 216.827.799 pesos. El pasivo corriente -las deudas a cancelar en un año- es de 191.721.760 pesos (…) El patrimonio neto cayó de 100.322.315 pesos a 20.494.059 pesos. Arrastra deudas vencidas por 57.166.075 pesos y debe afrontar obligaciones a seis meses por 53.097.260 pesos”. Lapidario.
En el campo de juego no se vio más que reflejo del desorden de los despachos. Así ocurrieron dos hitos que marcaron a fuego a esta generación de jugadores que no han sabido soportar el peso de la adversidad. El primero fue el 8-M, el día del “silencio atroz”. El 8 de mayo de 2008, River definía en casa los octavos de final de la Copa Libertadores ante el San Lorenzo de Ramón Díaz y Andrés D´Alessandro. A 20 minutos para el final del partido, los dirigidos por Diego Simeone ganaban 2-0 y tenían dos hombres de más en el campo por las expulsiones de ‘Chaco’ Torres y Jonathan Bottinelli. Dos goles de Gonzalo Bergessio silenciaron al ‘Monumental’ y dejaron a ‘La Banda’ sin Copa.
Con el estigma del 8-M encima, esos mismos jugadores bajo la dirección del mismo entrenador finalizaron últimos en el Apertura siguiente con sólo 14 puntos en 19 juegos y derrota en casa ante Boca (0-1 gol de Lucas Viatri) incluida. Ese fue el fin del ciclo Simeone y el comienzo del flaco promedio del descenso que hoy obliga a los de Núñez a disputar la promoción por mantener la categoría ante Belgrano de Córdoba.
Con la soga al cuello, Daniel Passarella, que fue entrenador en 2006 y 2007 bajo la batuta de Aguilar, asumió como presidente. Poco ha podido hacer por revertir la historia, pero tras un año y medio de gestión tampoco puede eximirse de culpas. Su forma personalista e impulsiva de poder lo han llevado a enfrentarse en el momento menos oportuno con el presidente de la AFA, Julio Grondona, y a ganarse el resquemor de los miembros de su propia Comisión Directiva, quienes le reclaman más reuniones y delegaciones de tareas.
Habiendo sido DT llama la atención su nulo respeto hacia los procesos de los entrenadores. En 18 meses de mandato passarelliano, los riverplatenses han tenido tres preparadores: Leonardo Astrada, Ángel Cappa y JJ López –hasta diciembre pasado River pagaba el sueldo a los tres-. Tampoco ha tenido mucho tino a la hora de los refuerzos. Así ha traído auténticos fiascos como Gustavo Canales, Rodrigo Rojas, Carlos Arano, Josepmir Ballón y ha impedido la salida de Rogelio Funes Mori por quien en enero había una oferta del Benfica de ocho millones de euros. Hoy Funes Mori es el tercer delantero en importancia para JJ López, muy por detrás de Mariano Pavone y Leandro Caruso. Hoy no hay ninguna oferta por el atacante mendocino.
Por todas estas razones, River está donde lamentablemente merece estar. No hay club en Argentina que haya hecho tan mal las cosas en la última década. Última década que, como si fuera poco, coincide con la más exitosa del enemigo íntimo que alzó las Libertadores de 2001, 2003 y 2007; la Intercontinental de 2007; las Sudamericanas de 2004 y 2005 y varios títulos locales más. Y eso sin entrar en detalles de las saneadas arcas boquenses.
Lo único rescatable es el apoyo incondicional de su gente que ha acabado con el mito de que cuando el equipo va mal “esas tribunas están vacías”. En los últimos tres años, los mismos que cuentan para los promedios, los ‘millonarios’ han sido los líderes de recaudación batiendo todos los récords habidos y por haber. Tristemente juegan once, esos once que ven la “V” de vergüenza muy de cerca por culpa de un sinvergüenza que ni siquiera es el presidente que debe hacerse cargo del lastre que ha dejado. La herencia Aguilar ha dejado a River su propia ‘década infame’ y el fantasma de la “B” modela por la passarella.
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