miércoles, 31 de agosto de 2011

EL DESGASTE


por Carlos Martín Rio

Cuando se están a punto de cumplir quince años desde su llegada al Arsenal, Arsène Wenger pasa por su peor momento en el cargo. Los que ya hace meses -o años- que auguran la proximidad del fin de ciclo en el banquillo de los ‘gunners’ ganaron adeptos y argumentos a favor el domingo, tras el 8-2 que el Manchester United le endosó al Arsenal en un encuentro que ya es historia del fútbol inglés.  

La contundencia del resultado, lo insólito de la paliza, ha situado al equipo del Emirates en una carrera contrarreloj para reforzarse en las últimas horas del mercado. Rectificación, pues, de Wenger, que se ha dado cuenta que tras una planificación tremendamente condicionada por los culebrones de Cesc y Nasri –unos pulsos que los de Londres tenían perdidos y que, sin duda, duraron demasiado- tiene un equipo cojo. Cierto es que en la debacle de Old Trafford contaba con bajas importantes y sensibles. No hay duda que hoy por hoy la participación de Wilshere es absolutamente imprescindible. Pero ninguna excusa es suficiente para justificar una catástrofe de tales magnitudes. Se hace necesario encontrar culpables, y no hay otro más responsable que el propio Wenger.

El francés hace un importante esfuerzo por no abocar a su equipo a la deuda mediante un gasto excesivo e innecesario en el mercado. Apuesta por jugadores jóvenes con cierta proyección y les da la alternativa sin pensárselo dos veces. Durante estos últimos años, desde que se deshizo la última gran generación que brilló en el viejo Highbury –nombres como Vieira, Henry, Seaman, Gilberto, Pires, Bergkamp-, el Arsenal ha ido bajando sustancialmente su nivel general, a medida que Wenger daba oportunidades a futbolistas que no estaban a la altura de lo exigible a un jugador que pretende vestir la famosa camiseta roja. Quizás confiando demasiado en su capacidad reconocer el talento a la legua y explotarlo hasta el máximo –lo logró con Cesc y tiene la opción de hacerlo con Ramsey y Wilshere, dos mediocampistas sobrados de cualidades- ha tenido paciencia con jugadores de segunda fila que no han hecho más que ampliar las diferencias existentes respecto a los dos dominadores de la Premier en los últimos años –Chelsea y ManUtd-.

En lo práctico e inmediato, el gran problema del Arsenal es la fragilidad defensiva. Con un gran número de futbolistas de talento en el ataque –pese a las continuas lesiones de Robin Van Persie y la falta de un delantero centro de referencia- y un modelo de toque admirado y envidiado por muchos, el sistema de defensivo no permite a los ‘cañoneros’ ser competitivos. Ni en lo colectivo, ni en lo individual. La realidad es la que es y semana tras semana se hace más evidente: Wenger tiene que dejarse de experimentos y firmar un par de centrales contrastados y de garantías. Cuando se está escribiendo este artículo, a 15 horas del cierre del mercado, los nombres que se sondean son Mertesacker y Gary Cahill. Agua de mayo.

Sin Cesc, además, el Emirates Stadium carece absolutamente de referentes en el vestuario. El antes citado Wilshere, abocado a llevar el brazalete durante muchos años, es un adolescente que puede enseñar el camino con su lucidez, su entrega y su compromiso, pero es peligroso que a tanto a él como a muchos de sus compañeros más jóvenes los lancen a los leones, sin más. Sin un guía como podía ser el centrocampista catalán –con él el equipo ganaba más del 60% de los partidos, sin él el porcentaje ganador no pasaba del 40%-, los pupilos de Wenger se han quedado huérfanos. ¿Quién los va a ayudar a levantarse después de la paliza del domingo?

Por fortuna, no todo son malas noticias. Estamos en el mes de agosto, todo está todavía por hacer. Desconociendo aún lo que firmarán los ‘gunners’ en el frenético cierre del mercado, podemos concluir que hay tiempo para levantarse, trabajar en lo colectivo y hacer una temporada, cuánto menos, digna. Las tormentas como la del domingo pasan, pero no los efectos que han dejado, que siguen ahí. Duelen. Quizás el proyecto wengeriano esté  tocado de muerte, pero un cambio estructural repentino, después de tanto tiempo, podría incluso empeorar las cosas. No es fácil. Por el momento habría que aparcar la improvisación.

Una cosa está clara. Con Wenger o sin Wenger, con Cesc o sin Cesc, con Henry o sin Henry, con Adams o sin Adams, con Alan Smith o sin Alan Smith, con Liam Brady o sin Liam Brady, el Arsenal siempre está ahí, orgulloso y un tanto enfadado, lamiéndose las heridas. Preparado. Mirado hacia adelante. Cuidado.


1 comentario:

Costa dijo...

Per mi l'Arsenal fa anys que és un vull-i-no-puc.

A això també hi ha contribuït la tirania del ManU, a Angalterra, i la del Barça, a Europa.
És lloable un equip que sempre vol jugar la pilota per terra i fer-ho maco, però la veritat és que això fa que no siguin competititus...

L'era Wenger ha d'acabar. Aire fresc. Un projecte més humil, per anar creixent de baix cap amunt, temps al temps (sé de què parlo...).

Per cert, què collons passa als 4:05 del vídeo aquest? Li foten una hòstia al jugador i ni s'immuta? WTF?