martes, 9 de agosto de 2011

LOS JUGADORES SE COMPRAN; EL FÚTBOL, NO


por Carlos Martín Rio

El Manchester City, que inicia su tercer proyecto ambicioso al amparo de una rebosante bolsa sin fondo, sufrió su primer revés de la temporada en la Community Shield. El viejo rico, el terrateniente, la aristocracia, se impuso al nuevo rico, que se pierde en los artificios de la opulencia. El Manchester United remontó después de llegar al descanso con un sorprendente 2-0 adverso y se llevó el partido, con un estelar Nani, y dos debutantes a un nivel fantástico: el consolidado Ashley Young, que quiere medir sus posibilidades en un equipo top, y el joven mediocentro Tom Cleverley, al que habrá que seguir muy de cerca porque amenaza con hacerse con el puesto de titular en la medular de los diablos. También vimos por primera vez a Phil Jones en encuentro oficial con el United, de la misma manera que al español David De Gea, que no estuvo demasiado afortunado.

Pasan los meses, millones van y vienen, pero parece que las mismas carencias de la temporada pasada van a hacer cojear al City en el inicio de ésta. Roberto Mancini ganó crédito al hacer campeón –de la FA Cup- al club después de décadas de sequía. Así se aseguró la continuidad y un lugar en el corazón de la hinchada. La tercera posición de la pasada Premier League, que le dio el acceso a la Liga de Campeones, tampoco es un mérito desdeñable, pero una entidad que invierte tales cantidades de dinero no puede aspirar a nada que no sea luchar hasta el final por el título liguero. El entrenador italiano tiene el presupuesto de un grande, la infraestructura de un grande, pero hace jugar a sus futbolistas como si fuera un equipo sin aspiraciones. Y, lo que es más grave, sin una idea de fútbol que permita a sus hombres más creativos sentirse a gusto sobre el terreno. Con dinero se compran estrellas, pero la capacidad de conectarlas entre sí, de que los astros formen una constelación y no una nebulosa, no está en el mercado, está en la mente del entrenador.

El City de Mancini es un equipo incomprensiblemente superpoblado en el centro del campo e inexplicablemente rácano –¿esa es la mentalidad de un ganador?-. Esto limita, por ejemplo, la aportación del canario Silva, que perdido en una banda, o sólo con la referencia de un delantero como Dzeko en el centro del ataque, no tiene demasiado margen de maniobra. El triple mediocentro desnaturaliza a futbolistas como Milner, que jugando ahí parece mucho más limitado de lo que en realidad es. ¿Hasta qué punto cambiará la situación con la entrada en el equipo del ‘Kun’ Agüero? Es de esperar que la propuesta de Mancini sea más valiente en la mayoría de encuentros de lo que lo fue el domingo, contra equipos de media tabla o implicados en el descenso, y que la asociación entre Silva y el ex del Atlético –sigue en el aire el futuro de Tévez- nos deje buenas acciones de esas que se incluirán en los resúmenes del año. Pero tener más pegada no esconderá las limitaciones colectivas. Si además, hombres claves como Touré Yaya o Kompany -o cualquiera de los defensores- no tienen el día, el desastre puede ser mayúsculo –véase la segunda parte del partido de Wembley-.

Con improvisación y calidad se puede ganar una Copa, pero tendrán que cambiar muchas cosas, visto lo visto, para que los ‘skyblues’ tengan algo decir en la Premier que empieza este fin de semana. La regularidad pide tener las ideas claras. Mejor será pensar que Mancini no las tiene, que estamos en agosto y que el asunto sólo puede ir a mejor. Porque si esto es lo máximo que puede ofrecer con la plantilla que le han regalado los petrodólares, más vale que la cúpula directiva del City of Manchester piense en un recambio de forma urgente.

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