por Carlos Martín Rio
Inglaterra vuelve a una Eurocopa
ocho años después –se perdió la cita de Austria y Suiza en el verano de 2008-
después de haber completado un 2011 sin derrotas, una meta que le ha ayudado a
olvidar el fracaso del Mundial de Sudáfrica –y ya van unos cuantos desde 1966-.
El equipo de Fabio Capello busca la estabilidad para ganar en confianza. Pero además
de dejar muchas dudas en lo relativo a su juego, hay preocupación en lo
referente a la lista de elegidos que viajarán a Ucrania y Polonia.
El dibujo, la táctica, está en
boca de aquellos que, tras la comentada victoria ante España (1-0), no quedaron
suficientemente satisfechos con lo que dieron de sí los pross, que cedieron la iniciativa pese a jugar en casa y ante su
público. Si se suele pedir que las derrotas se miren con cierta distancia, en
una posición alejada de la calentura de los noventa minutos, lo mismo tendría
que pasar con las victorias. El triunfo no libera a un equipo de recibir malas
críticas, y mucho menos en Inglaterra, uno de los países donde la prensa –y sucedáneos-
es más exigente -y a la vez más beligerante cuando las cosas no van como
deberían ir-.
Mientras chocan las ideas y la
dialéctica se encarga de discernir qué planteamiento estilístico debería
representar a los autoproclamados inventores del juego en el próximo europeo,
se abre otro debate: las listas. Los once que saltan al terreno, los veintitrés
que suben al avión.
Y en éstas que el nombre más
pronunciado es el de Wayne Rooney.
El delantero del Manchester United fue sancionado con tres partidos de castigo
por dar una patada sin sentido al montenegrino Dzudovic en un encuentro de
clasificación. Esto significa que la chiquillada del bad boy por excelencia del fútbol inglés lo obligaría a estar
ausente durante toda la fase de grupos de la Eurocopa. En Inglaterra son ya
unas cuantas las voces que piden a Capello que no seleccione a un jugador que
prácticamente –en el mejor de los casos- se perderá la mitad del torneo y que,
además, con su influencia, añadiría presión a su hipotético substituto, que sabrá
que en cuanto lleguen los cuartos de final, probablemente se verá relegado de
su puesto.
El conjunto inglés ha jugado los
dos últimos amistosos sin Wayne. No hay duda de que es el mejor delantero de
que disponen los británicos, y es igualmente cierto que en los momentos claves
del torneo su presencia sería un poderoso extra, en ningún caso un defecto.
¿Pero hasta qué punto existe una Rooney-dependencia?
Bobby Zamora, Danny Welbeck,
Jermaine Defoe, Andy Carrol, Daniel Sturridge y Darren Bent son los principales
candidatos a constar en el apartado de atacantes de la lista. Todos con
virtudes contrastadas pero también con algunos defectos. Ninguno tan completo
como la estrella del Manchester United.
Pero atención. No es justo ni preciso confundir al Rooney del
United con el que hemos podido ver en la selección a lo largo de los años. En
los grandes torneos –y prueba de ello ha sido el bajo rendimiento de los
ingleses en dichas citas- no ha sido todo lo determinante que su cartel
prometía. En la Euro de 2004, su primera experiencia de este tipo, se estrenó
con dos goles ante Suiza, pero cayó lesionado en los cuartos contra Portugal y
no pudo ayudar a su equipo a ir más allá. En 2006, en el Mundial de Alemania, no fue capaz de marcar ni un solo gol, en un torneo en el que su
selección tampoco pasó de los cuartos de final. Todo tiene una explicación, y
es que a aquel torneo, Rooney acudió sin estar plenamente recuperado de una
lesión. En el último Mundial, en el verano de 2010, su actitud y entrega no fueron
suficientes para contrarrestar la mediocridad del conjunto. Se volvió para casa,
otra vez, sin dejar huella.
En esta línea, su rendimiento
goleador en el resto de partidos -esto es, los amistosos y los encuentros de
clasificación- lleva dos años parado casi en seco. Hasta que marcó por partida
doble contra Bulgaria el pasado 2 de setiembre, Rooney llevaba un año sin ver
puerta con la camiseta inglesa. Un año antes, el 7 del mismo mes, pero en 2010,
marcó contra Suiza, rompiendo una racha de once partidos sin marcar. Lo que
viene a ser otro año entero, con cuatro partidos de Mundial incluidos en el
medio. El resumen: tres goles en veinticuatro meses.
Queda claro, pues, que a nivel
numérico no se puede defender la inclusión forzada de Rooney en el equipo, y en
extensión no se puede esperar que su rendimiento esta vez sea diferente a lo
que viene ofreciendo en los últimos dos años. Sin la sanción, sería
indiscutible. Una vez que sabemos que se perderá los tres primeros encuentros,
analizando los datos y teniendo en cuenta el histórico de su rendimiento, comprobamos
que ni siquiera él es imprescindible.
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