jueves, 17 de noviembre de 2011

EL ERROR DE CARGARSE AL MENSAJERO

por Emanuel Vergara

La doble fecha eliminatoria sudamericana para el mundial de Brasil 2014 ha pasado, dejando abierto un paréntesis hasta junio próximo cuando se retome la actividad. Mucha tela por cortar ha quedado en la Argentina tras los duelos con Bolivia y Colombia, saldándose este último con una victoria a fuerza de coraje que, al menos, sirve para lamer las lacerantes heridas de los anteriores enfrentamientos frente a Venezuela y Bolivia que apenas dejaron un punto en la bolsa de los de Sabella.

La reacción del seleccionado argentino frente a los colombianos en Barranquilla ha sido un bálsamo en medio de tan tormentoso trajinar. Pero más allá del análisis futbolístico el foco se centró en el histórico empate en el ‘Monumental’ frente a Bolivia. Y más precisamente en el error de Martín Demichelis que derivó en el gol del atacante del Shaktar Donetsk, Marcelo Moreno Martins. A partir de allí, el defensor del Málaga recibió la reprobación constante de su propio público y luego una saña indiscriminada de parte del periodismo que parecen haber puesto fin a su ciclo como internacional.

El filósofo francés Gastón Bachelard en uno de sus grandes aportes a la ciencia acuñó el concepto de “obstáculo epistemológico”. Esta noción pone de manifiesto las dificultades que el científico atraviesa a la hora de generar nuevos conocimientos, siendo una de éstas su propia percepción. Así, reducir todos los problemas de la selección argentina a la fatalidad de Demichelis es un claro error de percepción, un evidente obstáculo epistemológico que nos impide acceder al conocimiento de por qué Argentina juega tan mal y hace tanto tiempo que ha desencantado a sus seguidores. Cayéndole al ex River y Bayern Munich no hacemos más que cargarnos al mensajero. Craso error.

El equipo que hoy dirige Alejandro Sabella decepciona no porque los jugadores sean malos o no tengan pasión porque son millonarios sin hambre de gloria. El equipo de Sabella no decepciona porque sea de Sabella o por el error del defensor. El equipo decepciona porque a nivel dirigencial se ha llegado a un punto de decadencia del que ya no hay retorno. No hay planificación, no hay objetivos, no hay trabajos base, no hay autocrítica, no hay nada.

Porque mientras Demichelis llora por los silbidos recibidos en el campo de juego, el presidente de la AFA, Julio Grondona, continúa sentado cómodamente en su sillón, ocupando la vicepresidencia de la FIFA y seguido por su séquito de aduladores que lo han reelegido por octava vez y sin oposición, algo que sucede desde 1979.

Pero más allá del tiempo que lleva Grondona en el cargo, el problema es lo que hace o lo que deja de hacer Grondona. Desde tener cuatro entrenadores en cuatro años (Basile, Maradona, Batista y Sabella) cuyas ideas de juego dirimen de las de su predecesor y sucesor; agotamiento del semillero por la falta de un trabajo a largo plazo en juveniles como el que se había hecho en la década de 1990 con José Pekerman; clubes endeudados hasta las pestañas a los que el presidente “salva” a cambio de su voto; hasta las denuncias por corrupción que luego sólo quedan en falsas acusaciones, la connivencia de los clubes con las barras y el famoso “todo pasa” que lleva en su anillo al que todos besan.

Mientras la culpa sea de Demichelis poco podremos hacer para torcer el rumbo del decadente fútbol argentino que hace 18 años que no gana un título en mayores, que desde Italia ’90 no llega semifinales en un Mundial, que pierde con Venezuela por primera vez en la historia, que empata con Bolivia como local por primera vez en la historia, que regala la Copa América disputada en casa con el mejor jugador del mundo en sus filas, que tiene a River Plate en 2ª División, que tiene partidos suspendidos por casos de violencia...

Decía Bachelard que al conocimiento se llega “en contra del conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que, en el espíritu mismo, obstaculiza la espiritualización”. Está claro que cargarse al mensajero es un conocimiento muy mal adquirido. El triunfo ante Colombia salvará, al menos hasta junio próximo, al emisor pero ha matado al mensajero distorsionando totalmente el mensaje.

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