El Sunderland consiguió ayer uno de los resultados más sorprendentes de la temporada en Inglaterra y seguramente en toda Europa. Dominó, maniató y goleó por tres veces a un Chelsea que tuvo en su portero, Peter Cech, a su mejor jugador. Sorprende ver a un equipo con aspiraciones más bien modestas hacer lo que hizo ayer en casa del gran favorito -por méritos propios- de la competición. Sorprende ver a un lateral como Onuoha marcar un gol estelar, sorprende que Ashley Cole dispare directo al pie de su equipo de una manera impropia y regale el tercer gol a Welbeck con un perfecto centro. Es un placer ver al ghanés Gyan siendo determinante y protagonista en un escenario como el Bridge. Es fantástico que nuevos talentos como Jordan Henderson, presente ayer ante el Chelsea, o Andy Carrol (que precisamente juega en archienemigo, el Newcastle) encuentren su oportunidad en una selección inglesa en la que soplan vientos de renovación. El fútbol en Inglaterra sigue dando señales de estar muy vivo, y si el Arsenal se quita sus miedos y sus (comprensibles) traumas de encima de una vez por todas y el Manchester United deja de hacer locuras fuera de casa y cambia la épica por el pragmatismo, igual hasta hay opciones de ver una liga disputada a tres bandas y resuelta en los últimos segundos, como debería ser.
Los que parecen empeñados en defraudar a los ya pocos que creen en ellos -y ahora no descubro nada nuevo- son los niños ricos del Manchester City. Un equipo que este año se ha construído con un poco más de cabeza pero que no es capaz de dar con la tecla para convertir en oro todo lo que reluce. Lo básico si tu intención es que tu equipo sea campeón es tener un entrenador que esté a la altura de las circunstacias y que comprenda lo que pasa a su alrededor. Porque Roberto Mancini ganaba títulos en Italia aburriendo a las ovejas y en Inglaterra se debe haber dado cuenta que le faltan argumentos y soluciones -no me atrevo a decir la palabra conocimientos- para sacar los partidos adelante. Ha demostrado que no es capaz de manejar una plantilla llena de calidad y hacer encajar las piezas para que el equipo demuestre cierta personalidad y cierto criterio, estilo propio. Con tanto talento hay días en que uno piensa que es difícil hacerlo peor. Y esto, a estas alturas de la vida y de la temporada, es un pecado que se paga, a corto plazo, con el despido.
De Liverpool, de Hodgson y, por qué no, del Fulham, mejor hablo en otro post.
No hay comentarios:
Publicar un comentario