por Carlos Martín Rio
En el Bernabéu, al Tottenham le salió todo absolutamente mal desde el principio. De hecho, minutos antes de que empezara el partido, ya sufrió el primer contratiempo, cuando Aaron Lennon, anunciado en el equipo titular, tuvo que dejar su lugar a Jermaine Jenas al sentirse indispuesto. Así las cosas, los Spurs saltaron al césped desdibujados, con Bale jugando por la derecha y Modric cayendo demasiado a la banda, y así llegó el tempranero primer gol de Adebayor, que ayer tenía una gran oportunidad para reivindicarse. Pero lo peor que le ocurrió a los de Harry Redknaap y que, sin duda, lacró a los londinenses para el resto de la contienda, fue la absurda expulsión de Peter Crouch. El espigado delantero inglés hizo dos faltas de tarjeta amarilla en su propio campo, innecesarias, y se fue a la calle al cuarto de hora de partido.
A partir de aquí, festival blanco. Con todo a favor, los madridistas no quisieron dejar pasar la oportunidad de sentenciar la eliminatoria. Con otro gol de Adebayor, un precioso tanto de Di María y un regalo del irregular Heurelho Gomes a Cristiano Ronaldo, los merengues dejaron más que sellado su pase a semifinales. Mención especial a Xabi Alonso. El ex de Liverpool y Real Sociedad es, por muchos Ronaldos, Özils o Di Marías que se pongan por delante, el hombre clave del juego del Madrid de Mourinho. No hay más.
En la eliminatoria que para muchos era la más desequilibrada de los cuartos de final –a favor del Inter, claro está-, se produjo la mayor sorpresa de la temporada, uno de los resultados más inesperados de la historia reciente de la Liga de Campeones. Definitivamente, al Schalke 04 le ha venido bien el cambio de entrenador –se fue Felix Magath, llegó Ralf Rangnick- y, sobretodo, le ha ido de perlas eso de llegar a San Siro con el papel de víctima. Ayer, pese a encontrarse por dos veces por debajo en el marcador, supo aprovechar perfectamente los defectos defensivos del Inter y vio premiada su valentía y su desparpajo en casa del actual campeón de Europa con un 2-5 incontestable.
Cierto que los interistas atacaron con zarpazos peligrosísimos –Milito y Eto’o, muy batalladores y sin demasiados apoyos, tuvieron buenas ocasiones de gol-, pero cuando tocaba defender, el conjunto de Leonardo se deshacía como un terrón de azúcar. El centro de la defensa, formado por Ranocchia y Chivu –el rumano estuvo igual de mal que ante el Milan el sábado y volvió a ser expulsado-, fue un boquete por el que Edu y Raúl entraron y salieron a sus anchas, mientras que Jurado, Farfán y Baumjohann, excelentes durante todo el partido, no encontraban oposición –el centro del campo del Inter no ejercía ningún tipo de presión- para llegar con peligro a las cercanías de la portería de Julio Cesar. En la segunda parte, con los locales rotos, el 04 tuvo suficiente con picar como una abeja al contraataque para poner San Siro patas arriba.
Incomprensible lo de este Inter, que cuando parecía que las cosas volvían a su cauce después de un inicio de campaña muy irregular, en el momento determinante de la temporada ha vuelto a enseñar su peor versión. Una actuación bochornosa la de ayer por la noche, eso sí, ante una magnífico Schalke, equipo revelación, que tiene un espíritu de hierro y no teme a nada ni a nadie. En octavos empezó perdiendo los dos partidos y se clasificó. Ayer, sufrió un varapalo a los pocos segundos de juego –el golazo impresionante de Stankovic-, pero se levantó. Así, sorpresa tras sorpresa, pese a la pobre Bundesliga que está realizado, y pese a que defensivamente sigue sin ofrecer ningún tipo de garantía, ya tiene pie y medio en las semifinales de la Liga de Campeones.
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