sábado, 23 de abril de 2011

EL OLD FIRM Y NEIL LENNON

por Carlos Martín Rio

Hay pocos derbis tan calientes como el Old Firm, el encuentro que enfrenta a los dos grandes equipos de Glasgow, el Celtic y el Rangers. Es un partido diferente, único, siempre intenso, fiel a la tradición, con ese punto de dureza e intensidad tan propio del fútbol escocés. En el campo y en la grada está en juego el honor de dos gigantes orgullosos. No en vano, entre los dos se reparten 95 ligas, 67 copas y 41 copas de la liga. El Rangers presume de ser el que más ligas ha ganado (53), mientras que el Celtic puede decir que es el único equipo escocés y el primer británico que consiguió ganar la Copa de Europa, en 1967. Esta temporada ambos conjuntos se han enfrentado en seis ocasiones, tres de liga, dos de copa y una de copa de la liga. La séptima será este domingo en el Ibrox, casa de los Rangers, con el título de liga en juego.

Adversarios dentro y fuera del campo, la rivalidad entre Bhoys y Gers trasciende más allá de lo deportivo. Las viejas disputas religiosas y sociales provocan en demasiadas ocasiones que el fútbol pase a un segundo plano. Desgraciadamente, ha vuelto a suceder esta semana. Se ha hablado más bien poco del partido del domingo y mucho de la situación que está atravesando el técnico norirlandés del Celtic, Neil Lennon.

El miércoles se hizo público que hace alrededor de un mes le fue enviado por correo un paquete bomba que fue interceptado a tiempo por la policía escocesa.  De la misma manera, también fueron detectados otros dos artefactos que tenían como objetivo a populares seguidores del club católico: el abogado Paul McBride, defensor precisamente de Lennon y del Celtic en algunas causas ante la Federación Escocesa de Fútbol (SFA) y la política laborista Trish Godman.

El Celtic es el equipo de los católicos de Glasgow, un club fundado en 1888 para ayudar a los inmigrantes irlandeses que llegaron a Escocia huyendo de las malas condiciones que atravesaba su país a finales del siglo XIX. El Rangers, en cambio, representa a los protestantes de la ciudad, leales a la corona británica. Esta dicotomía tan marcada, esta rivalidad evidente entre católicos y protestantes, irlandeses y británicos, ha propiciado que el fútbol se haya visto salpicado por el conflicto de Irlanda del Norte –que en sus peores años costó la vida a más de 3.500 personas-, relacionando al bando unionista con el Rangers y al republicano con el Celtic –los bhoys, pese a jugar en Escocia, han mantenido intacto su espíritu irlandés y sus aficionados, orgullosos de su origen, muestran en el estadio banderas de la República de Irlanda. Los del Rangers, en cambio, habitualmente enseñan símbolos británicos y de Irlanda del Norte-.

Pero el fútbol no es la guerra. Y no, Neil Lennon no es un soldado. Es un exfutbolista. Ahora se gana la vida entrenando. Nació en Lurgan, Irlanda del Norte. Es de origen católico y se ha manifestado a favor de la unificación política de la isla. Precisamente por ello tuvo que dejar la selección norirlandesa cuando estaba a punto de estrenarse como capitán. La Loyalist Volunteer Force (LVF), una organización paramilitar lealista, le amenazó de muerte en agosto de 2002, después de que expresara que le gustaría jugar en una selección irlandesa unida. Ese fue su fin como futbolista internacional y, por desgracia, no fue un hecho aislado. En 2008 fue asaltado y agredido en las calles de Glasgow y tuvo que ser hospitalizado. En el presente año, él y otros dos futbolistas del Celtic también nacidos en Irlanda del Norte –Paddy McCourt y Niall McGinn- recibieron cartas que contenían balas. Su pecado, haber nacido en Irlanda del Norte y defender a un equipo identificado con el nacionalismo y el republicanismo irlandés.

Pese a la gravedad del asunto, las amenazas continuas, y el mal trago que tanto Lennon como su familia están atravesando, el técnico insiste en que en ningún caso le van a forzar a dejar su cargo. Como jugador era fuerte y bravo, un tanto expeditivo y agresivo, y se ganó las antipatías de los hinchas del Rangers no sólo por sus orígenes católicos, sino también por su contundencia en el juego y su actitud desafiante. Como entrenador tampoco se achica, y su fuerte carácter le ha traído algún que otro problema en los banquillos. Ha recibido sanciones y ha protagonizado enfrentamientos con futbolistas y técnicos del Rangers –en el partido de Copa que los enfrentó en Ibrox Park esta temporada-. Es héroe para unos y villano para otros. Como otros miles de futbolistas alrededor del mundo. Pero su virtud y su pecado quedan única y exclusivamente resumidos sobre el rectángulo de juego.

Todo lo sucedido con Lennon no ha ayudado más que avivar el fuego de la disputa y la hostilidad entre los hinchas más radicales. En el pasado, ambas aficiones protagonizaron en disturbios fuera y dentro del campo –especialmente recordada es la batalla campal que se formó en Hampden Park al término de la final de Copa en 1980-. Pese a que la situación se ha ido controlando en los años recientes, esta temporada se han vuelto a registrar serios enfrentamientos. Sin ir más lejos, en uno de los Old Firm disputados en el presente curso, fueron detenidos más de 200 hinchas. La UEFA ha intentado atajar el problema de raíz y el gobierno escocés, preocupado por el asunto, ha tomado también medidas para evitar nuevos enfrentamientos. Precisamente, el máximo organismo europeo del fútbol ha sancionado al Rangers por los cánticos sectarios que algunos de sus aficionados entonaron en partidos de Europa League. Una dura medida que sin duda va bien encaminada, puesto que erradicar la simbología que propaga el odio es clave para la eliminación de la violencia.

Sólo queda esperar que la situación se enfríe y que todo vuelva al cauce de la cordura. Cuando la vida de una persona se ve amenazada, el balón pasa  a un segundo plano. Cuando la rivalidad deportiva se vuelve violenta, muere la esencia del juego. Nos deja de parecer divertido. La mejor noticia sería que la próxima vez que volvamos la mirada a Escocia, hablemos sólo de fútbol

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