lunes, 18 de abril de 2011

STOKE Y MANCHESTER CITY: CUANDO VENCER ES LA EXCEPCIÓN

por Carlos Martín Rio

El 14 de mayo Wembley vivirá una final inédita. Stoke City y Manchester City superaron con merecimiento las semifinales este fin de semana y se verán las caras en el partido por el título de la FA Cup. Ambos conjuntos, poco acostumbrados a protagonizar finales, ansían poner fin a décadas de escaso movimiento en sus respectivas salas de trofeos.

Los Potters, además de ganar, lo hicieron por la puerta grande, destrozando al Bolton por un sorprendente 5-0. Los de Tony Pulis, empujados por una enloquecida marea roja que cubría medio estadio, no dieron opción al conjunto de Owen Coyle, un muy buen equipo que sufrió un tremendo cortocircuito en el peor momento de la temporada. De hecho, los flamantes finalistas ya vencían por 3-0 al descanso. Para encontrar la última vez que un equipo se clasificó para una final de FA Cup ganando por una diferencia de cinco goles hay que retroceder muchos años, nada más y nada menos que 72. En 1939, el Wolves logró el pase a la finalísima endosando también una manita al Grimsby.

El Stoke no sabe lo que es levantar un título desde 1972, cuando obtuvo su mayor logro –más allá de los ascensos a la máxima categoría- al vencer al Chelsea por 2-1 en la final de la Copa de la Liga. El equipo más antiguo de la Premier League –y el segundo de toda Inglaterra por detrás del Notts County-, fundando en 1863, tendrá dentro de un mes, por primera vez en su alargada trayectoria, la oportunidad de luchar por la competición más antigua del mundo. Un éxito enorme para un equipo que se encuentra en pleno crecimiento. Cabe recordar que, tanto si son campeones como si pierden la final pero el Manchester City consigue una de las plazas de Liga de Campeones en la Premier, la próxima campaña los rojiblancos jugarán en la Europa League.

Con un fútbol rústico, genuinamente británico, o por lo menos que evoca a lo que significaba el fútbol de primer nivel en las islas antes de que se iniciara su gradual internacionalización, los de Stoke-on-Trent han ido ganándose admiradores y detractores a partes iguales. Algunos ven demasiada dureza en su fútbol y otros, en cambio, apelan al romanticismo, se dejan llevar por la nostalgia y reivindican la simplicidad de su juego como un valor a tener muy en cuenta. El ‘patadón’, el balonazo, o el saque de banda elevado a la categoría de córner, son argumentos tan válidos como el toque en corto y la plasticidad que otros conjuntos también ingleses como el Tottenham o el Arsenal, por poner dos ejemplos, han practicado a lo largo de los años.  Sin ir más lejos, el Bolton, un equipo que trata bien el balón –según cánones estéticos-, se llevó un buen rapapolvo a manos de estos artesanos del fútbol directo que una vez asentados en la Premier League, desde su ascenso en 2008, buscan ahora un lugar en la cumbre.


En la otra esquina del ring estará el Manchester City, un conjunto con bastante más caché que el Stoke y con mucha más urgencia de títulos. Su proyecto deportivo, sustentado por una impresionante inyección económica procedente de los Emiratos Árabes, es ambicioso. Pese a esto, su objetivo de disputar la liga a los grandes y empezar a sentirse uno de ellos ha sido un fracaso absoluto. Muchos apuntan a la incapacidad de su técnico, el italiano Roberto Mancini, para explicar por qué un conjunto con esa nómina de futbolistas no es capaz de ser competitivo.  Ahora, el ex del Inter tiene la oportunidad de dar un bofetón a sus críticos cosechando el primer título para la entidad desde la Copa de la Liga de 1976, cuando venció en la final por 2-1 al Newcastle United.

35 años son demasiados para un conjunto que tiene que compartir ciudad con el Manchester United, un club que en las dos últimas décadas ha vivido una época dorada.  Derrotar precisamente a los ‘diablos rojos’ en la semifinal del sábado fue casi como ganar un título. Ese gol de Touré Yayá, que desató la locura azul celeste en La Catedral, fue el grito al unísono de media ciudad de Manchester, esa mitad que ha tenido que caminar durante demasiados años con la cabeza baja. Ese gol del mediocentro marfileño por sí sólo ya tiene una enorme trascendencia, pero no será más que un recuerdo fugaz si los de skyblues no vuelven de Londres con la copa en las manos. 

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