jueves, 2 de junio de 2011

RECORDANDO AL MÓNACO DE 2004


por Carlos Martín Rio

Mientras el principado de Mónaco era, como es tradición una vez al año, el centro del mundo automovilístico con la disputa del Gran Premio de Fórmula 1, su equipo de fútbol estaba a punto de vivir uno de los momentos más dramáticos de su historia. Esa misma noche de domingo, tras perder por 0-2 ante el Olympique de Lyon -los lioneses consiguieron así el pase a la Liga de Campeones-, el equipo monegasco consumó su descenso a la Ligue 2.

Hacía 35 años que el ASM no bajaba de la máxima categoría. En estas tres décadas y media, el equipo de este pequeño pero glamuroso estado consiguió situarse en la élite del campeonato francés. Con siete títulos ligueros, igualado con el Lyon, es el cuarto del ranking, por detrás del Saint Etienne (10), el Olympique de Marsella (9) y el Nantes (8). Cuenta, además, con cinco Copas de Francia y una Copa de la Liga. Sin ir más lejos, la temporada pasada tuvo la opción de proclamarse campeón de copa, pero perdió en la final ante el PSG (0-1).

Por su banquillo han pasado personalidades como Claude Puel, Jean Tigana o el mismísimo Arsène Wenger y su preciosa camiseta rojiblanca la han vestido jugadores de la talla de Jurgen Klinsmann, George Weah o Thierry Henry. Uno de los equipos más recordados en el Estadio Luis II –casa del Mónaco y, cada verano, sede de la Supercopa de Europa- es el que en el año 2004, bajo la dirección de Didier Deschamps, logró la hazaña de disputar la final de la Liga de Campeones.

Aquel conjunto, que cedió en la final contra el potente Porto de Deco y José Mourinho (3-0), contaba con jugadores de la talla de Patrice Evra –hoy lateral indiscutible del Manchester United-, Ludovic Giuly –que a continuación hizo fortuna en el FC Barcelona-, el central Gaël Givet o el delantero centro español Fernando Morientes, un trotamundos, un mercenario del gol, que allí donde estuvo se ganó su sitio a base de tantos. En aquel equipo despuntaban centrocampistas como Édouard Cissé, hoy en el Marsella, o Jerome Rothen, cuya impresionante clase no acabó de brillar todo lo esperado. En aquel Mónaco se daban a conocer al mundo jóvenes futbolistas como Sebastien Squillaci, actual jugador del Arsenal, Jaroslav Plasil –con 23 años, le llamaban el nuevo Nedved- o un Emanuel Adebayor que aún no había llegado a la veintena. También deslumbró un ya maduro delantero llamado Dado Prso, que en 2004 vivió su apogeo.

Los monegascos iniciaron aquella Champions de manera inmejorable, siendo primeros clasificados en un complicado grupo formado por el PSV Eindhoven, el AEK de Atenas y el Deportivo de la Coruña. Precisamente ante los gallegos empezaron a captar la atención del gran público europeo con una goleada de escándalo: 8-3 -con cuatro goles del croata Prso-. En los octavos y los cuartos de final, el Mónaco estuvo abonado a las remontadas. En la primera ronda eliminatoria tuvo que dar la vuelta a una derrota por 2-1 sufrida en Moscú, ante el Lokomotiv, gracias a un 1-0 en el Luis II.

Y en cuartos de final llegó la gran machada. Ante el Real Madrid, el equipo del principado sufrió, y mucho, en el partido de ida. Los blancos tenían la eliminatoria absolutamente dominada cuando vencían por 4-1 en el Santiago Bernabéu. Un gol de Fernando Morientes en los instantes finales puso el 4-2 definitivo en el marcador y dio al Mónaco una mínima esperanza de remontada. En la vuelta, las cosas no empezaron demasiado bien. Raúl marcó el 0-1, pero con goles de Giuly (2) y de Morientes, los rojiblancos dieron la vuelta al marcador, a la eliminatoria y se plantaron en las semifinales para sorpresa de casi todos. En esa instancia, ante el Chelsea de Claudio Ranieri, superaron en la ida a los londinenses por 3-1 y aseguraron su presencia en la final con un empate a 2 en Stamford Bridge.

En el Arena AufSchalke de Gelsenkirchen, en la finalísima, las cosas no salieron nada bien. Giuly, el capitán, el hombre sobre el que se sustentaba la acción ofensiva de los de Deschamps, tuvo que ser sustituido, por lesión, en el minuto 23’. Eso desconcertó al Mónaco, que se sintió inferior y acabó por desmoronarse cuando Carlos Alberto adelantó al Porto al filo del descanso. En la segunda parte, Deco y Alenichev destrozaron las esperanzas del ASM. Así finalizó el último gran recuerdo que muchos aficionados tienen del equipo del principiado, un grande en problemas que, por naturaleza, no debería pasar más de un ‘añito en el infierno’.

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