por Emanuel VergaraY una noche Argentina arrancó su Copa América. Con la victoria por 3-0 sobre Costa Rica que aseguró el pase a cuartos de final como segundo del Grupo A, el equipo de Sergio Batista comenzó a saldar la deuda futbolística que tiene consigo mismo y con la gente que acompañó y alentó incondicionalmente como si los silbidos de Santa Fe tras el empate con Colombia nunca hubieran existido.
Argentina cambió porque su entrenador cambió. En los días previos al encuentro Diego Maradona había salido al cruce en apoyo a Lionel Messi, epicentro de las críticas despiadadas. “Si a mí me ponían a Giusti, Gallego y Russo, yo también hubiese jugado mal”, dijo el diez en clara alusión a la idea de Batista de jugar con tres mediocentros en el centro del campo.
Así del 4-3-3 se pasó al 4-2-3-1 con Mascherano y Gago, una de las grandes figuras de la noche, como mediocentros; con Messi, Agüero y Di María como mediapuntas rotando permanentemente de sector y con una referencia de área como fue la de Gonzalo Higuaín. Así el equipo encontró más fluidez, juego asociado y espacio.
Todo ese combo gracias a que Fernando Gago supo leer el partido e interpretó lo que el guión exigía: juego a dos toques y movilidad para volver a recibir. Desde sus botas se promovieron los mejores momentos de ataque de la primera parte porque supo juntarse con Messi, supo aguardar las contadas escaladas al ataque de los laterales, porque se animó a hacer cambios de frente y porque tampoco rehusó a la marca. El del Real Madrid jugó su mejor partido como internacional.
Pero los embates ofensivos no encontraban correlato con la eficacia goleadora. Así, la albiceleste generaba pero no concretaba. Higuaín absorbía el marcaje de los centrales lo que le generaba más espacios a Messi, pero a la hora de definir fallaba, acusando tal vez la falta de ritmo de la última temporada producto de una jodida lesión.
El suplicio duró hasta el minuto final del primer tiempo, cuando Gago, lleno de confianza, sacó un remate de primera tras un despeje defensivo que encontró una floja respuesta del portero ‘tico’ y el rebote le cayó al Kun Agüero que pasó por caja.
Con el 1-0 el partido se quebró y en la segunda parte los de Batista produjeron una destacada actuación donde Messi fue director de orquesta. Disfrutando de su rol de pasador, el crack jugó a lo Xavi y regaló dos asistencia preciosas para que Agüero, otra vez, y luego Di María completaran la faena para meter a Argentina en cuartos de final.
Si bien es cierto que los de Lavolpe no son un equipo de galones, pues ha participado con un seleccionado sub-22 ya que los mayores disputaron hasta hace diez días la Copa Oro de la CONCACAF, lo meritorio del conjunto albiceleste fue haberse superado a sí mismo. A romper los miedos, tabúes y nervios que en las presentaciones anteriores la llevaron a irse silbada.
El punto negativo, además del evidente desacople defensivo del tándem Burdisso-Milito, es la necedad de su entrenador. Con el partido liquidado y con un margen de media hora por delante, Batista decidió retrasar los cambios y perder así la posibilidad de probar alternativas con este impensado, pero indudablemente más ambicioso, nuevo sistema y ver cómo podrían congeniar Messi y Pastore. Pero el DT mandó a la cancha al ‘Flaco’ cuando sólo quedaban 15 minutos y, encima, acompañado de Lucas Biglia para así volver al espantoso sistema con tres mediocentros que tan malas producciones alcanzó.
Argentina reaccionó a tiempo y enderezó su andar errante en la Copa, pero a partir de cuartos no hay margen de error y menos cuando los posibles rivales pueden ser conjuntos muy bien rodados como Chile y Uruguay. La bicampeona mundial debe jugar con su propio estilo, como lo hizo ayer, no copiando recetas importadas que poco se ajustan a las necesidades y recursos con los que se cuentan.
Batista debe entender que dirige a una de las cinco selecciones más potentes de la historia del fútbol y no a lo que él está acostumbrado como Argentinos, Chicago o Godoy Cruz. Esta camada de jugadores quizás sea la más talentosa de los últimos 40 años, la selección argentina no puede darse el lujo por el empecinamiento de querer ser lo que no se es de dejarla pasar por alto. Teléfono Checho.
Argentina cambió porque su entrenador cambió. En los días previos al encuentro Diego Maradona había salido al cruce en apoyo a Lionel Messi, epicentro de las críticas despiadadas. “Si a mí me ponían a Giusti, Gallego y Russo, yo también hubiese jugado mal”, dijo el diez en clara alusión a la idea de Batista de jugar con tres mediocentros en el centro del campo.
Así del 4-3-3 se pasó al 4-2-3-1 con Mascherano y Gago, una de las grandes figuras de la noche, como mediocentros; con Messi, Agüero y Di María como mediapuntas rotando permanentemente de sector y con una referencia de área como fue la de Gonzalo Higuaín. Así el equipo encontró más fluidez, juego asociado y espacio.
Todo ese combo gracias a que Fernando Gago supo leer el partido e interpretó lo que el guión exigía: juego a dos toques y movilidad para volver a recibir. Desde sus botas se promovieron los mejores momentos de ataque de la primera parte porque supo juntarse con Messi, supo aguardar las contadas escaladas al ataque de los laterales, porque se animó a hacer cambios de frente y porque tampoco rehusó a la marca. El del Real Madrid jugó su mejor partido como internacional.
Pero los embates ofensivos no encontraban correlato con la eficacia goleadora. Así, la albiceleste generaba pero no concretaba. Higuaín absorbía el marcaje de los centrales lo que le generaba más espacios a Messi, pero a la hora de definir fallaba, acusando tal vez la falta de ritmo de la última temporada producto de una jodida lesión.
El suplicio duró hasta el minuto final del primer tiempo, cuando Gago, lleno de confianza, sacó un remate de primera tras un despeje defensivo que encontró una floja respuesta del portero ‘tico’ y el rebote le cayó al Kun Agüero que pasó por caja.
Con el 1-0 el partido se quebró y en la segunda parte los de Batista produjeron una destacada actuación donde Messi fue director de orquesta. Disfrutando de su rol de pasador, el crack jugó a lo Xavi y regaló dos asistencia preciosas para que Agüero, otra vez, y luego Di María completaran la faena para meter a Argentina en cuartos de final.
Si bien es cierto que los de Lavolpe no son un equipo de galones, pues ha participado con un seleccionado sub-22 ya que los mayores disputaron hasta hace diez días la Copa Oro de la CONCACAF, lo meritorio del conjunto albiceleste fue haberse superado a sí mismo. A romper los miedos, tabúes y nervios que en las presentaciones anteriores la llevaron a irse silbada.
El punto negativo, además del evidente desacople defensivo del tándem Burdisso-Milito, es la necedad de su entrenador. Con el partido liquidado y con un margen de media hora por delante, Batista decidió retrasar los cambios y perder así la posibilidad de probar alternativas con este impensado, pero indudablemente más ambicioso, nuevo sistema y ver cómo podrían congeniar Messi y Pastore. Pero el DT mandó a la cancha al ‘Flaco’ cuando sólo quedaban 15 minutos y, encima, acompañado de Lucas Biglia para así volver al espantoso sistema con tres mediocentros que tan malas producciones alcanzó.
Argentina reaccionó a tiempo y enderezó su andar errante en la Copa, pero a partir de cuartos no hay margen de error y menos cuando los posibles rivales pueden ser conjuntos muy bien rodados como Chile y Uruguay. La bicampeona mundial debe jugar con su propio estilo, como lo hizo ayer, no copiando recetas importadas que poco se ajustan a las necesidades y recursos con los que se cuentan.
Batista debe entender que dirige a una de las cinco selecciones más potentes de la historia del fútbol y no a lo que él está acostumbrado como Argentinos, Chicago o Godoy Cruz. Esta camada de jugadores quizás sea la más talentosa de los últimos 40 años, la selección argentina no puede darse el lujo por el empecinamiento de querer ser lo que no se es de dejarla pasar por alto. Teléfono Checho.
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