Otra liga en las vitrinas, la segunda consecutiva, y la sensación en el paladar culer de que la fiesta acaba de empezar y aún faltan por llegar algunos invitados. El círculo iniciado por Guardiola hace dos años no va a cerrarse tan fácilmente como varios pitonisos auguraban. Los cimientos son fuertes y el talento es infinito. Con tipos como Messi, Xavi e Iniesta todo lo que podamos soñar es más bien poco. Imaginación al poder, improvisación ordenada y fútbol, generosas cantidades de fútbol. Una máquina que funciona a la perfección, en la que cada pieza conoce su labor y la ejecuta de forma magistral, sabiendo cuáles son los límites que nunca hay que sobrepasar para que no se rompa el equilibrio que necesita un equipo campeón.
Pep sabe como funciona todo esto, es un psicólogo audaz y despierto, que maneja como nadie el célebre "entorn" culer, en el que es muy difícil conseguir la utópica unamididad, que requiere perserverar en la fatigante batalla de cada día. Y lo que es más importante, Pep sabe mucho de fútbol. Faltaría más. Ha conseguido encontrar soluciones a todos los problemas que han ido planteando unos rivales que estudian al detalle -y sin demasiado éxito- su juego. Trabajo, trabajo y más trabajo, tener al de Santpedor a este nivel ya ha dejado de ser una sorpresa para convertirse en un lujo que debemos valorar como merece. Cuidémoslo a nuestro Guardiola, porque el triunfo y el fracaso del club pasan ahora mismo, principalmente, por sus manos.
Unas manos que tienen que coordinar una generación de jugadores irrepetible, con la marca y el escudo del Barça corriendo por sus venas, que vive por y para ejecutar el fútbol de una sola manera. Un pensamiento único, la obsesión por el balón, que se desarrolla de mil maneras diferentes en la individualidad de cada futbolista y que acaba dando como resultado un cóctel colectivo explosivo, cuyo alcance definitvo está todavía por conocer. Porque esta quinta de bajitos irreverentes y jóvenes prodigiosos tiene única y exclusivamente como objetivo su propia excelencia. No importa el rival. Ni siquiera la competición. Sólo importa seguir creciendo y que vayan cayendo los títulos. Lo sospechábamos, lo sabemos. Con Messi, Iniesta, Xavi, Pedro, Valdés, Piqué y compañía, el único límite es el cielo. Saludad al emperador del fútbol.
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