El fútbol fue ayer otra vez en el Camp Nou una expresión artística. Ante cientos de millones de personas, y en una ocasión tan excepcional como El Clásico, el FC Barcelona de Pep Guardiola, que ha conseguido elevar la filosofía Barça a su máxima expresión, volvió a maravillar. Cuando la fantasía es eficiente, cuando la voluntad y las ganas de un grupo de futbolistas irrepetible va ligada a la calidad técnica, cuando los valores inherentes de un club legendario tienen a un maestro, a un sabio, como representante en el banquillo, todo parece estar condenado a salir a la perfección. Cuando la provocación es una excusa para que la inspiración haga de las suyas, cuando se calla entre bambalinas y se habla sobre el escenario, cuando sobre el césped se hace justícia.
Ayer Xavi se ganó el balón de oro por enésima vez esta temporada; ayer el Camp Nou cantaba y bailaba bajo la lluvia y el Real Madrid era un muñeco de trapo con poco más que ofrecer que voluntad. Porque el gran valor de esta victoria, la gran diferencia en relación al también contundente 2 a 6 de hace dos temporadas, es que los futbolistas blancos salieron ayer al campo con orgullo y persiguieron el balón durante 90 minutos. Hicieron el intento de competir. Luego, exhaustos, se dejaron llevar por la desesperación y perdieron los papeles en pequeños altercados que, paradójicamente, eran los únicos momentos en que los de Mourinho podían descansar. El técnico portugués, acostumbrado -por méritos propios- a la gloria, se encuentra probablemente ante el reto más complicado de toda su carrera. En un club que ha gastado tanto dinero, la presión y la urgencia por vencer es enorme. El otro protagonista blanco ayer, Cristiano Ronaldo, hará bien de ahora en adelante en no jugar tan pendiente de las cámaras y más del balón. Si los jugadores barcelonistas se saben su papel y lo interpretan a la perfección, Ronaldo es uno de esos actores que creen tanto en sus posibilidades que sobreactúan constantemente. En los partidos importantes -en Manchester, en Madrid y con la elástica portuguesa-, Cristiano se diluye en su propia miseria. Una realidad que, con el paso de las temporadas y para desesperación de sus aficionados, se acentúa más y más. El "gran" duelo con Leo Messi resultó ser una milonga, un combate desequilibrado que el argentino tardó pocos minutos en vencer. El mejor futbolista del planeta, que luce cada semana ante millones de personas, es la expresión de la felicidad. En estos tiempos que corren, eso es sin duda una buena notícia.
Y hay liga, claro que la hay, el 5-0 no cambia demasiadas cosas en lo competitivo, más allá de que el Barça ahora es líder. Pero algo nunca más volverá a ser lo mismo en lo anímico. Despreciar a una entidad como el Barça, a un equipo como el de Guardiola, a la Masia, a cada una de las 100.000 gargantas que gritaban ayer en el Estadi, es muy peligroso. Y más si representas al eterno rival. Todo el peso de la historia puede caer sobre ti, toda la grandeza de un modelo de juego precioso, rápido, nunca visto, el del mejor equipo de fútbol de todos los tiempos.
1 comentario:
lamentable.
Publicar un comentario