martes, 29 de marzo de 2011

VILLA: EL GOL


por Carlos Martín Rio

David Villa. Delantero por excelencia. Veloz, inteligente, de buen disparo, con el instinto necesario para estar en lugar indicado en el momento preciso. Sabe rematar las jugadas, pero también sabe iniciarlas, es incisivo, insistente, tiene espíritu, siempre aparece. Dolor de cabeza para defensas y porteros. Sonrisa humilde y pelo engominado. Fidelidad desde el punto de penalti. Es insaciable pero entiende lo que le pide el equipo, sabe devolverla al primer toque, sabe jugar pegado a la banda, sabe recibir de espaldas, sabe controlar en velocidad, sabe frenarse, sabe volver a arrancar. Regatea sin excesos, pero huye de la ortodoxia. Tiene la sangre caliente y la cabeza fría. Sabe trabajar y ser útil cuando su equipo no tiene el balón. Cuando sí lo tiene, es un depredador. Nuestros ojos no nos engañan, pero además los números hablan.

Este fin de semana, con dos goles ante la República Checa, David Villa se convirtió en el máximo goleador de la historia de la selección española con 46 goles en 72 partidos disputados. Adelantaba así a Raúl González, que paró su contador –todo hace indicar que definitivamente- en las 44 dianas. Pese a la magnitud de la noticia –pasarán muchos años hasta que alguien supere a Villa vistiendo la zamarra roja-, el nuevo registro no ha causado demasiado impacto. El récord iba a caer por su propio peso, hace muchos meses que se veía venir. Nadie espera que el asturiano deje súbitamente de marcar goles. No mientras ponga sus pies encima de un terreno de juego. Sea en Granada, en Liechtenstein, en Barcelona, en Valencia, Gijón o Bloemfontein. Su regularidad a lo largo de los años es lo que mejor describe al Guaje.

En sus dos primeras temporadas con el Zaragoza en Primera División, su media de goles fue de 19 –una cifra nada desdeñable en un equipo que compite entre los modestos de la liga-. Cuando recaló en un grande como el Valencia, sus números crecieron mientras él evolucionaba como futbolista. En cinco temporadas con los valencianistas, marcó más de 34 tantos por campaña. Y con el Barça, en su curso de debut, ya lleva 25. Es el hombre gol allí donde ha estado, un mito de las áreas que esta temporada se encuentra inmerso en el gran reto de su carrera, en el Camp Nou.   

El delantero asturiano fue el máximo goleador de la Euro en 2008 (4 goles) y del Mundial 2010 (5). Su intervención ha sido imprescindible para que la incapacidad histórica de España en los torneos de relumbrón –otros hablarían de gafe, claro- se haya acabado. Aunque lo de Villa va mucho más allá. Pese a que lo más importante es brillar en las grandes citas, la magnitud del siete blaugrana hay que irla a buscar a otros escenarios más discretos. En la oscuridad de los generalmente poco memorables partidos de clasificación, esos de los que poca gente se acuerda dos días después de haberse jugado, su regularidad de cara a gol ha sido tremenda.

Precisamente debutó en uno de esos duelos condenados al olvido, en 2005, ante San Marino. En esta clase de enfrentamientos es donde se ha forjado su leyenda. Ha anotado 18 goles en 26 partidos, una media de más de uno y medio por encuentro. Nunca falla, ahí reside su grandeza. Sus guarismos se completan gracias a los 13 que ha marcado en 26 amistosos y con las dianas conseguidas en los dos últimos fracasos del combinado español: marcó tres goles en cinco partidos en la Confederaciones de 2009 y tres más en cuatro encuentros en el Mundial de Alemania en 2006. 

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