jueves, 28 de abril de 2011

APUNTES DE CHAMPIONS: LOS CUATRO CLÁSICOS (III)

por Carlos Martín Rio

El tiempo se para en el minuto 86. A Messi le llega un balón lejos del área, casi en el centro del campo. Ante él sólo hay madridistas. Está cansado, como también lo están los defensores. Pero hace diez minutos ha marcado el primero de su equipo y ahora juega cuesta abajo. Una partida de ajedrez, un encuentro tosco, feo, casi desagradable, va a terminar con una genialidad caída del cielo. Se va de uno, de dos, de tres, con velocidad de vértigo y bate a Casillas por bajo. El argentino lo ha vuelto a hacer. Ha puesto su nombre entre los grandes de la historia y se ha vuelto a ganar un sitio en el Olimpo. De paso, ha vengado la derrota de su equipo el miércoles en la final de Copa y, lo que es más importante, ha allanado el camino de los catalanes hacia el estadio de Wembley.

Antes de que ‘La Pulga’ descorchara el cava y resolviera mágicamente el asunto en el último cuarto de hora, el partido fue algo parecido a una guerra de trincheras, de desgaste. El Madrid, como en los dos enfrentamientos precedentes, regaló el balón al Barcelona. Los de José Mourinho estaban encantados con el empate a cero. Los de Guardiola salieron a ganar, no renunciaron a su identidad, pero el miedo al error –contra los blancos, las pérdidas de balón, en cualquier zona del campo, pueden ser fatales-  los llevó a jugar muy lejos de la portería de Casillas. El Barça daba pasos hacia adelante con extrema prudencia, luego se producía un choque, las rencillas pendientes reaparecían y todo volvía a empezar. Lentitud, mucha tensión y poco fútbol. Messi perseguido por Lass y pocas opciones de gol, más allá de un par de disparos de Xavi, que ayer se encontró más liberado de lo habitual en la zona de tres cuartos, y un intento cruzado de un Villa. El Barça echó de menos a Iniesta cuando necesitaba encarar y desbordar, pero para nada hay que desdeñar la actuación de Keita, que volvió a estar impecable.

En el segundo tiempo el Madrid salió con otro ánimo. Entró Adebayor por Özil, y los madridistas esta vez sí se atrevieron a presionar. Crearon así alguna opción a balón parado, pero siguieron sin inquietar demasiado a un Valdés que, sobretodo, intervino en el juego con los pies. Fueron los mejores minutos del Madrid. Mordía y entorpecía con éxito la construcción barcelonista. De todos modos, no tardaron los blaugranas en recuperar el dominio y la iniciativa de la primera parte. Mascherano tuvo mucho que ver en el asunto. El ‘Jefecito’, que ya manda más que nadie, volvió a jugar un partido magnífico y fue clave para sacar a sus compañeros de la telaraña blanca. Su talento en el corte y, sobretodo, su criterio para iniciar desde atrás, son, hoy por hoy, valores imprescindibles.

Mientras, el partido, que seguía bloqueado, se endureció. Pepe fue expulsado por una fea entrada a Alves, y el Madrid, con diez, volvió a dar un paso hacia atrás. Luego Pedro salió magullado del campo y entró Ibrahim Afellay. La lentitud dio paso al vértigo y los acontecimientos se aceleraron. El neerlandés emergió de entre la sombra. Entre tanganas, protestas y balonazos, un rayo de luz. Encaró a Marcelo en la banda derecha, lo superó y cedió para Messi que no perdonó. El tulipán de oro justificó su fichaje en una sola acción, y ya tiene un trocito de historia culé en el bolsillo. Murió aquí el Madrid, y los genios salieron de la cueva para darse un festín.

El talento, que da sentido a este juego, desequilibró el choque de estilos. El pelotero, el artista, nos recuerda que no hay sistema que no sea imperfecto. Pues en la dialéctica futbolística, dentro y fuera del césped, no hay nada más razonable que el balón.

RESUMEN: 

No hay comentarios: