jueves, 21 de abril de 2011

LOS CUATRO CLÁSICOS (II)

por Carlos Martín Rio

Este no es el mejor Real Madrid de la historia. Pero los equipos de Mourinho no necesitan de la excelencia para ser campeones. Ni siquiera para ganar un triplete. Eso se llama competitividad, es quizás la mayor de las virtudes en deporte. Los madridistas la tuvieron durante 120 minutos y se llevaron la Copa del Rey con un certero remate de cabeza de Cristiano Ronaldo en la prórroga, que aseguró así su primer título como futbolista blanco.

Sin duda, el prólogo del sábado sirvió para ver por dónde iban a ir los tiros en la final del miércoles. El partido de ayer resultó ser una versión remasterizada, con muchísimo más nivel y tensión, del encuentro de liga. Con un Madrid que triunfó porque conoce al dedillo todo lo que tiene que hacer para cortocircuitar el juego blaugrana. Y eso se notó sobretodo en la primera parte. El ‘trivote’ formado por Xabi Alonso, Pepe y Khedira, única y exclusivamente centrado en el trabajo de presión, consiguió frenar desde el principio la construcción de los de Guardiola. Xavi, Iniesta, Busquets e incluso Piqué, que asumió excesivamente el papel de iniciador, sólo veían ante sí ese muro blanco formado por unos futbolistas que mostraron un tono físico envidiable. El Madrid mordía, rugía y presionaba con ferocidad. Los futbolistas culers, literalmente, se estampaban contra los merengues.

Pero evidentemente, cuando tu juego está basado en la fortaleza atlética, vas a ir bajando el nivel de atención con el paso de los minutos. Eso es lo que les ocurrió después del descanso a los chicos de Mou. En la segunda parte, volvió el Barça que nos encandila. Messi, un ejemplo de orgullo, lo intentó de todas las maneras. Encaraba una y otra vez, buscaba la jugada imposible. Pero el doble balón de oro, esta vez, no tuvo su noche. Pedro desbordó y marcó un gol bien anulado por Undiano que los hinchas barcelonistas ya habían empezado a celebrar –¿hay algo más cruel que cortar a un celebración de gol a medias?-. Xavi combinaba con Iniesta cada vez que veía un poco de luz entre el muro. Alves, como debe ser, era más extremo que lateral. Poco a poco el campo empezó a inclinarse hacia la portería blanca.

¿Y qué decir de Mascherano? El ‘Jefecito’ cuadró una actuación sublime en una de sus contadas actuaciones como central, liberando a un Piqué que acabaría jugando de delantero. El Madrid defiende bien, sí, pero el Barça también tiene extraordinarios futbolistas de corte defensivo.

Con el 0-0 y la prórroga como amenaza en el horizonte cercano, el juego barcelonista fue encontrando más y más agujeros en el enmarañado sistema blanco. Pero ahí apareció Casillas, excelso una vez más cuando su equipo necesitó de sus servicios. El capitán salvó el trabajo que su equipo había hecho en los primeros 45 minutos con varias intervenciones de mérito. Cuando mejor estaba el Barça, cuando más merecía llevarse el título para casa, apareció para ser otra vez el salvador. Pero no fue el meta el mejor jugador del Madrid ayer. Ese título hay que dárselo a Carvalho. El central hizo un partido perfecto en el corte y la anticipación y, formando pareja con Ramos, ahogó a un Villa que, siempre encajado entre madridistas, en ningún momento pudo pisar área y encarar la portería con garantías.

Ayer vimos dos estilos muy diferenciados, vimos dos formas de entender el juego. Dos maneras de afrontar una final de alta tensión. Dos equipos que ejecutan sus artes mejor que nadie en el mundo. Uno precioso, el otro viril. Ambos letales. Vimos a los mejores del planeta en su especialidad. Vimos, en definitiva, un muy buen partido de fútbol.

El próximo miércoles, la ida de las semifinales de Champions.

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