Cuando parece que la Copa Libertadores, la definición de los estaduales brasileños y la semana previa al Boca-River eclipsa todo en América; Peñarol y Nacional de Montevideo son capaces de hacer un hueco en la agenda setting porque antes lo han hecho en la historia. O acaso ¿alguien puede negar el peso propio del clásico uruguayo entre dos equipos que suman ocho títulos continentales y uno –por Peñarol- fue nombrado por la FIFA como el mejor club americano del Siglo XX?
Uruguay es un país con poco más de tres millones de habitantes, de los cuales el 90% son hinchas de Peñarol o Nacional. Por lo que cuando se juega el clásico el país se detiene literalmente. Y más si, como en este caso, ambos equipos llegaban en la cima de las posiciones del Clausura.
Ayer en un Centenario colmado –los Mirasoles hacían de local- las obligaciones eran de ambos pero las urgencias de Nacional. Pues pese a llegar en igualdad de puntos (25), Peñarol adeuda un partido por su participación en la Libertadores. Es decir que en caso de una derrota, el más afectado hubiese sido el conjunto dirigido por Juan Ramón Carrasco, que entendió lo que se jugaba y tirando de ambición viendo que el encuentro se le hacía cuesta arriba mandó en el entretiempo al campo al Morro García.
Y así cuando el partido entraba en la última media hora y el empate sabía mejor a los locales, el Morro Santiago García dio la razón a Carrasco. Y el moreno que ya sabe lo que es amargar a Peñarol –hasta ayer le había marcado tres goles- cumplió con lo que entró a hacer: goles. Tras una magnífica jugada por izquierda de Sebastián Coates que anticipó una maniobra de ataque en su propio campo y se mandó una apilada por la banda izquierda que acabó cediendo a García, éste le echó encima todo el morro y con una contundente ejecución sentenció el clásico para alegría de todo el pueblo Bolso que disfruta de la punta en solitario.
Y la necesidad del triunfo para el Tricolor no era sólo por la lucha del campeonato doméstico sino que además para acallar las bocas Mirasoles que venían agrandadas por el épico triunfo en Porto Alegre ante Internacional por Copa Libertadores que certificó el pasaje de los de Diego Aguirre a cuartos de final.
Pero para entender aún más el por qué de la dimensión de este encuentro que paraliza a un país basta con mirar el historial. Desde la instauración del profesionalismo en 1932, de los 78 campeonatos que se llevan disputados hasta la actualidad Peñarol y Nacional se han adjudicado 68 -37 y 31 respectivamente-, mientras que los otros 10 se los han repartido entre Defensor Sporting (4), Danubio (3), Central Español, Progreso y Bella Vista (1).
Es más, entre 1932 y 1976, año en el que Defensor se consagró campeón, todos los títulos disputados se los habían repartido entre los dos grandes. Eso es 34 años de antagonismos y competencia descarada que sirvieron para plantar la semilla de una enemistad eterna y que persistirá más allá de lo que pase durante 90 minutos en un campo de juego. El clásico se seguirá jugando durante toda la semana en el trabajo, la escuela o los bares. Al menos para Nacional, pues el Manya ya quiere olvidarse porque el miércoles debe recibir por los cuartos de final de la Libertadores a la Universidad Católica de Chile.
Cuándo sólo quedan tres jornadas para el final del Clausura, los Tricolores esperan que la competencia internacional despiste el camino de Peñarol en casa y así hacerse con el Torneo. Así las cosas el Bolso, que además es líder en la tabla anual, jugaría una semifinal ante el ganador del Apertura (Defensor) y el ganador de esa semi jugaría la final ante el ganador de la tabla anual. Como de momento quien lidera también esa tabla es Nacional, ganando la hipotética semifinal ante los Violetas se consagraría automáticamente campeón.
El Bolso acaba de ganar su clásico número 109 en la historia que lo deja más que encaminado para ir en busca de su título 32, el 7º del Siglo XXI. Echándole todo el Morro el Bolso quiere lo que Peñarol fue el siglo pasado, el mejor. Faltan 89 años para que lo sepamos, pero con este Morro todo es posible.
Uruguay es un país con poco más de tres millones de habitantes, de los cuales el 90% son hinchas de Peñarol o Nacional. Por lo que cuando se juega el clásico el país se detiene literalmente. Y más si, como en este caso, ambos equipos llegaban en la cima de las posiciones del Clausura.
Ayer en un Centenario colmado –los Mirasoles hacían de local- las obligaciones eran de ambos pero las urgencias de Nacional. Pues pese a llegar en igualdad de puntos (25), Peñarol adeuda un partido por su participación en la Libertadores. Es decir que en caso de una derrota, el más afectado hubiese sido el conjunto dirigido por Juan Ramón Carrasco, que entendió lo que se jugaba y tirando de ambición viendo que el encuentro se le hacía cuesta arriba mandó en el entretiempo al campo al Morro García.
Y así cuando el partido entraba en la última media hora y el empate sabía mejor a los locales, el Morro Santiago García dio la razón a Carrasco. Y el moreno que ya sabe lo que es amargar a Peñarol –hasta ayer le había marcado tres goles- cumplió con lo que entró a hacer: goles. Tras una magnífica jugada por izquierda de Sebastián Coates que anticipó una maniobra de ataque en su propio campo y se mandó una apilada por la banda izquierda que acabó cediendo a García, éste le echó encima todo el morro y con una contundente ejecución sentenció el clásico para alegría de todo el pueblo Bolso que disfruta de la punta en solitario.
Y la necesidad del triunfo para el Tricolor no era sólo por la lucha del campeonato doméstico sino que además para acallar las bocas Mirasoles que venían agrandadas por el épico triunfo en Porto Alegre ante Internacional por Copa Libertadores que certificó el pasaje de los de Diego Aguirre a cuartos de final.
Pero para entender aún más el por qué de la dimensión de este encuentro que paraliza a un país basta con mirar el historial. Desde la instauración del profesionalismo en 1932, de los 78 campeonatos que se llevan disputados hasta la actualidad Peñarol y Nacional se han adjudicado 68 -37 y 31 respectivamente-, mientras que los otros 10 se los han repartido entre Defensor Sporting (4), Danubio (3), Central Español, Progreso y Bella Vista (1).
Es más, entre 1932 y 1976, año en el que Defensor se consagró campeón, todos los títulos disputados se los habían repartido entre los dos grandes. Eso es 34 años de antagonismos y competencia descarada que sirvieron para plantar la semilla de una enemistad eterna y que persistirá más allá de lo que pase durante 90 minutos en un campo de juego. El clásico se seguirá jugando durante toda la semana en el trabajo, la escuela o los bares. Al menos para Nacional, pues el Manya ya quiere olvidarse porque el miércoles debe recibir por los cuartos de final de la Libertadores a la Universidad Católica de Chile.
Cuándo sólo quedan tres jornadas para el final del Clausura, los Tricolores esperan que la competencia internacional despiste el camino de Peñarol en casa y así hacerse con el Torneo. Así las cosas el Bolso, que además es líder en la tabla anual, jugaría una semifinal ante el ganador del Apertura (Defensor) y el ganador de esa semi jugaría la final ante el ganador de la tabla anual. Como de momento quien lidera también esa tabla es Nacional, ganando la hipotética semifinal ante los Violetas se consagraría automáticamente campeón.
El Bolso acaba de ganar su clásico número 109 en la historia que lo deja más que encaminado para ir en busca de su título 32, el 7º del Siglo XXI. Echándole todo el Morro el Bolso quiere lo que Peñarol fue el siglo pasado, el mejor. Faltan 89 años para que lo sepamos, pero con este Morro todo es posible.
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