domingo, 8 de mayo de 2011

LA FIESTA MILANISTA

por Carlos Martín Rio

El Milan ha sido el mejor, el más regular, y por eso se ha llevado el scudetto. Es su 18º título de liga y llega siete años después del último. Hubo rivales, otros candidatos, pero no hubo discusión. Cuando Nápoles, primero, e Inter, después, amenazaron el liderato, el Milan respondió con autoridad –las dos veces por 3-0-. Ayer, en el Olímpico de Roma, después de empatar a cero en un partido absolutamente infumable –necesitaban el empate, ¿para qué esforzarse más?-, los futbolistas milanistas lo celebraron con júbilo sobre el césped.

Sobresalía en medio del festejo, por razones obvias, Zlatan Ibrahimovic, con su alargada sonrisa de gigantón. El sueco, como la cerveza, triunfa allí dónde va. Ganó ligas en la Juve –aquellas que luego se denegaron en los despachos-, se fue al Inter, donde siguió levantando trofeos, y fichó por el Barça para cantar el alirón en el Camp Nou. Ahora, en el Milan, suma y sigue. Un genio apático peleado con el mundo, pero un campeón al fin y al cabo. Así es Zlatan, que esta temporada ha marcado 20 goles.  A su lado, alguien hacía travesuras con la botella de champán. El hombre con cara de adolescente y expresión de loco, Antonio Cassano. Otro repudiado. Dejó la Sampdoria en invierno cuando su presidente, Riccardo Garrone, le puso la cruz. Mientras la hinchada lloraba su marcha, él encontró refugio en San Siro. No ha tenido un papel determinante, ha sido el actor secundario bobalicón que aparece en las películas para aligerar la carga dramática. Pero el eterno artista adolescente, el gamberro sin causa, ha conseguido su primer scudetto.

Otros, en cambio, ya conocían esa sensación. En el Milan hay muchos veteranos. Esos que han  tenido que oír una y otra vez que estaban acabados ahora son los campeones. Clarence Seedorf, el centrocampista con más clase de la plantilla, de 35 años, era consciente que la de ayer podía ser su última celebración. Siguen vivos en la Copa, podrían conseguir el doblete, pero eso es otra historia. Por eso cantaba y saltaba como si tuviera 20 años. Algo similar debía sentir Filippo Inzaghi, de 37. Pero el gran Pippo sólo enloquece con los goles. Lesionado, paseaba con calma, ligeramente disfrazado, con la bandera de Italia colocada a modo de bufanda. Estaba tranquilo, pero no tanto como Pirlo, de 31 años, que no sabe si está viviendo sus últimos días como rossonero. La pasividad de éste contrastaba con la actitud del portero Christian Abbiati (33), que hubiera pasado por un tifoso de los duros. También sonreían, claro está, Ambrosini, de 33, y Nesta, que tiene 34. Un magnífico grupo de futbolistas que pronto colgarán las botas.

Pato (16 goles) y Robinho (13), los delanteros brasileños, han tenido mucho que ver en la consecución del campeonato. El Milan es un equipo que se atasca habitualmente, que se pierde en la niebla espesa del ‘centrocampismo’ inoperante. Todo cambia cuando el balón llega a botas canarinhas, el juego se acelera y aparece la magia. Aportan toques de color en un equipo a veces demasiado gris. Pero para ser justos también habría que destacar la gran temporada de otro brasileño de la plantilla, Thiago Silva. Con 26 años, ya hace tiempo que es uno de los centrales de referencia en el mundo.

Los futbolistas de Massimiliano Allegri –el técnico, después de un año de debut ni mucho menos plácido, se ha reivindicado-, hacían una piña y saludaban a la afición milanista desplazada hasta Roma. Mientras, Gattuso atendía a los micrófonos de la prensa. ‘Nos daban por muertos’, decía. Y en cierto modo hay que reconocer que sí, que los dábamos por muertos. Ayer no había nadie en todo el mundo más orgulloso que Gennaro Gattuso.

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