Como si fueran Martin Mc Fly y el Doc subidos al Delorean dando saltos temporales en la diégesis de ‘Back to the future’, Peñarol de Montevideo y Santos de Brasil, con el blanquinegro recuerdo de la final de 1962 en la retina, comienzan esta noche en el ‘Centenario’ con la disputa de la 52ª final de la Copa Libertadores de América. A 49 años de la definición que consagró a los de Pelé y Coutinho en detrimento de los de Spencer y Joya.
Muchas miserias han acumulado en el pasado reciente –y no tanto- el ‘Peixe’ y el ‘Carbonero’, pero han sabido reciclarla. Tanta frustración apiñada les ha servido de combustible –como la basura para el Delorean- para remontarse a los orígenes de uno y otro y así devolver al presente la gloriosa herencia del pasado para que las generaciones venideras puedan disfrutarlo en colores y, aun más, en HD.
Una vieja radio Spica podría estar transmitiendo, con ese fascinante sonido a interferencia, lo siguiente: “Bienvenidos al Estadio Centenario para disfrutar de la final de la Copa Libertadores de América entre Peñarol y Santos. Momentos de tensión y nerviosismo se viven en los minutos previos al comienzo del match que dirimirán uruguayos y brasileños en aras de proclamar al nuevo monarca sudamericano. Peñarol forma con: Maidana, Lezcano y Cano; Edgardo González, Roberto Matosas y Caetano; Carlos Fernández Carranza, Rocha, Spencer, Sacía y Joya. En tanto Santos va con: Gilmar; Mauro, Calvet, Lima, Zito; Dalmo, Narciso Dorval; Mengalvio; Pagao, Coutinho y Pelé”.
Todo el contexto sería igual lo único que cambiaría serían los nombres. Hoy en vez de los Pelé y Coutinho deberíamos nombrar a los Neymar o Elano; o en lugar de los Spencer y Joya hablaríamos de Marinuccio y Aguiar. Pero el estilo no se ha perdido. Santos sigue con el típico ‘jogo bontio’ brasileño bajo la batuta de una gran figura –antes Pelé, hoy Neymar- y Peñarol sigue siendo ese auténtico embajador de la ‘garra charrúa’ donde el todo es más que la suma de las partes.
El Santos de Muricy Ramalho llega a la cuarta final de su historia, luego de las ganadas en 1962 y 1963 y la perdida en 2003 ante Boca. Y lo hace siendo el único representante brasileño en superar los octavos de final, instancia en la que sorprendentemente cayeron Gremio, Cruzeiro, Fluminenese e Internacional.
En octavos, el ‘ballet blanco’ superó a América de México, para luego doblegar de forma sucesiva a Once Caldas de Colombia y Cerro Porteño de Paraguay. Paralelamente, el conjunto paulista se hizo por segunda vez consecutiva con el título estadual. La maratón de encuentros entre el Paulistao, la Copa do Brasil, el Brasileirao y la Libertadores ha pasado factura y lo ha hecho perder varios soldados. Así, esta noche, Ramalho no podrá contar con tres de sus cuatro defensores titulares como son Edu Dracena (suspendido) y los laterales Jonathan y Leo (lesionados). Tampoco dirá presente, una de la figuras de este equipo, que ya se había perdido las semifinales y hasta era duda para la Copa América de Argentina con la ‘canarinha’, Paulo Henrique Ganso.
Sobre esta situación el entrenador de Peñarol, Diego Aguirre, debe hacer hincapié en la charla técnica para poder sacarle el máximo jugo posible e ir a la revancha de la próxima semana en Pacaembú con una renta que permita al ‘Manya’ llevar el partido a los lodos donde se siente más cómodo: la desesperación del rival. Aguirre sí que cuenta con su once de gala que desde la defensa lidera Valdez, en el medio guapea Aguiar y arriba desequilibra Martinuccio.
La presente será la décima final para los uruguayos que se han impuesto en cinco: 1960, 1961, 1966, 1982 y 1987. Justamente la de 1987, fue la última que disputó y en la que era figura su actual DT Diego Aguirre. Luego vendría el título de Nacional en 1988 y desde entonces nunca más un equipo uruguayo llegó a la definición. Todo lo contrario a los brasileños que desde 2005 siempre han colocado un finalista. Es más, en 2005 y 2006 la final fue 100% brasileña. Primero Sao Paulo venció a Atlético Paranaense y después Inter se impuso a los paulistas. Es tan fuerte el presente del fútbol de Brasil que, salvo en Uruguay, en ningún lugar se duda en poner a Santos como el gran favorito.
Sin haber sido un culto al fútbol total, las individualidades siempre han aparecido en los momentos importantes. Desde Arouca que es un mediocentro que quita, pega y juega; hasta la llegada y la pegada de Elano; el criterio de Ganso; las maniobras distractoras de Zé Eduardo, un jugador que juega mejor sin pelota que con ella y, por supuesto, la improvisación de Neymar que inobjetablemente ha sido el mejor jugador de la competencia y es el diamante que más brilla en el continente. Con esos argumentos, los de Muricy Ramalho completan el formulario de candidato.
Pero ojo con Peñarol, porque si de algo se han encargado ellos también, es de haber llenado todos los formularios de ‘aguafiestas’. Hasta el milagro de Beira-Rio, cuando eliminó al actual campeón de la Copa –Inter de Porto Alegre-, muy pocos de sus futbolistas eran conocidos. Tras revertir la historia ante el campeón, le tocó la lírica Universidad Católica de Chile a la que le tiró los pergaminos encima y en semifinales, otra vez como punto, ante Vélez hizo saltar la banca. Hoy Aguiar, Mier, Corujo, Martinuccio han dejado de ser unos perfectos desconocidos y tienen el traje de verdugo y la horca lista para la situación.
La cita es con la gloria, es un déjà vu sesentoso con música de los Beatles que enfrenta a los paradigmas del ‘jogo bonito’ y la ‘garra charrúa’ como si se tratara de la mismísima guerra fría, esa que podemos revivir porque han sabido convertir miseria en combustible, cargarla al Delorean, y agarrase del pasado glorioso como motor de cambio. La paciencia cede espacio a la ansiedad y esta prolonga el tiempo de espera como si lo midiéramos con un reloj de arena, ese que durante años ha hastiado a Peñarol y Santos en busca de volver al futuro y mostrar el poster de campeón en colores.
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