por Carlos Martín Rio
Peter Withe se retiró en 1990 tras haber jugado en más de
una decena de equipos y vestir la camiseta de Inglaterra en once ocasiones (un
gol como internacional). Continuó su carrera como entrenador, empezando con una
experiencia fallida al frente de la crazy
gang del Wimbledon y continuando como seleccionador en el fútbol asiático,
primero en Tailandia (1998-2002) y luego dirigiendo al combinado de
Indonesia (2004-2007). Precisamente allí, en ese archipiélago del sudeste
asiático, vivió en primera persona el desastre del tsunami de 2005, y se empleó
a fondo para que el fútbol arrancara una pequeña sonrisa a un país malherido. Su carrera vestido de corto se caracterizó por los altos y
bajos. A Withe, un liverpudlian nacido en 1951, le costó ganarse un sitio en la
primera línea. Dejó el Liverpool con veinte años para emprender una aventura en
el fútbol sudafricano, del que saltaría, tras una escala de dos años en Wolverhampton, al Portland Timbers de la desparecida North American Soccer League. La
experiencia americana fue corta y en 1975 se asentó en Inglaterra y empezó a
destacar en el Birmingham. Brian Clough lo captó para su causa en Nottingham,
donde fue campeón de liga marcando 28 goles en 75 partidos, una media que
mantendría casi intacta en las dos campañas siguientes, en el Newcastle. Su
mayor triunfo y su experiencia más duradera la viviría a continuación, de
vuelta a Birmingham, aunque ahora en el bando de los villanos. Allí marcaría el gol más importante de la historia de su
nuevo club.
Al principio de la década de los 80, el fútbol había vuelto
a casa. Inglaterra se había erigido de nuevo como la gran potencia continental
a nivel de clubes. Llegados a 1981, los autodenominados inventores del juego habían
encadenado cinco Copas de Europa consecutivas, tres pertenecientes al Liverpool
de Bob Paisley y dos al Nottingham Forest de Clough. En la temporada 1980-81,
precisamente en la que los reds habían
vuelto a triunfar a nivel internacional, en el ámbito doméstico el Aston Villa
había dado la campanada al proclamarse campeón de la First Division –nos encontramos en
la era pre-Premier League- por primera vez desde 1910. Se trata del último
campeonato liguero de los clarets hasta
la fecha -cinco de sus set campeonatos, de hecho, los consiguió en el siglo XIX-. Bajo
la batuta de un tipo serio, Ron Saunders, el equipo de los West Midlands afrontaba
su primera experiencia en la máxima competición continental contando en sus
filas con jugadores como Tony Morley, Gordon Cowans, Gary Shaw, el capitán y
referencia Dennis Mortimer o el antes mencionado Withe.
El Valur de Reikiavik, campeón islandés, no fue rival para el Villa en la primera fase
de la competición, que todavía se jugaba con el formato clásico de la
eliminatoria directa. Los ingleses pasaron por encima de su contendiente
nórdico con un 5-0 en casa y un 0-2 en Islandia. En la segunda ronda, el obstáculo
a saltar fue el equipo rojo del Berlín oriental, el Dinamo. Al otro lado del muro,
el carrilero rubio Morley fue el héroe con dos goles -uno de ellos a
falta de cinco minutos para el final- que dieron el triunfo a los visitantes
(1-2). Los alemanes se tomaron la revancha en la vuelta, pero el 0-1 con el que
volvieron a la RDA fue insuficiente. No sin sufrimiento, y gracias en gran
parte a la inspiración del portero Jimmy Rimmer, el Aston Villa se adentró en los
cuartos de final del torneo, un éxito que no quedaría ahí.
Pese a la buena marcha en su gira continental, las cosas no
iban bien en la liga. El efecto de la temporada pasada se diluía y los
villanos estaban situados en la zona media de la tabla. Era el fin de la era
Saunders, ese hombre que, además de devolver al club los honores ligueros, lo
había llevado durante tres temporadas seguida a la final de la Copa de la Liga.
Las desavenencias con la cúpula directiva en relación a las condiciones de su
contrato precipitaron su marcha cuando el equipo se preparaba para luchar por
estar entre los cuatro mejores de Europa. Tony Barton, entrenador asistente,
tomó las riendas de forma provisional -aunque se sentaría en el banquillo durante las siguientes dos temporadas-. Saunders abrió el camino, pero Barton, un antiguo jugador del
Fulham, el Forest y el Portsmouth, se llevaría la gloria en su primera
experiencia íntegra como entrenador principal.
El emparejamiento de cuartos obligaba otra vez al equipo claret and blue a mirar al este. Esta
vez a la URSS, concretamente a Ucrania, donde les esperaba el campeón
soviético, el Dinamo de Kiev, entrenado por el antiguo delantero Valeriy
Lobanovskyi, que contaba en sus filas con Oleh Volodymyrovych Blokhin, actualmente seleccionador ucraniano y ganador del balón de oro en 1975. En Kiev, en la ida
de la eliminatoria, los ingleses aguantaron sin muchos problemas el ímpetu del
cuadro ucraniano, cuyo equipo era la base de la selección de la Unión Soviética
que viajaría a España ese verano. En Villa Park, quince días después, el
todavía campeón inglés demostró que iba en serio. Con dos goles en la primera
parte, de Shaw y McNaught, el pase a las semifinales quedó resuelto.
El otro representante inglés, el Liverpool, que acudía al
campeonato como vigente campeón cayó contra el CSKA de Sofía a esas alturas y
de despidió de sus opciones de repetir título. Los búlgaros quedaron
encuadrados con el Bayern de Múnich, mientras que el equipo de Barton, un técnico ya
ratificado en su puesto, se encontraría con el Anderlecht. En la ida jugada en
Birmingham, los belgas, con muchas precauciones defensivas, aspiraban a volver a
Bruselas con un 0-0 en la maleta. Tony Morley, otra vez determinante, lo evitó
apuntándose el único gol del encuentro (1-0). La vuelta, ya en territorio belga,
fue una pobre igualada sin goles que dio el billete al Aston Villa para la
final que se jugaría en Rotterdam. El partido, de todos modos, ha sido recordado por los incidentes provocados por algunos aficionados llegados desde Gran Bretaña, que iniciaron peleas en las gradas e incluso obligaron a parar el juego durante varios minutos. El Anderlecht pidió la repetición del choque,
alegando que sus futbolistas se habían visto afectados y cohibidos por el
comportamiento violento de la hinchada visitante. La petición fue denegada,
pero en el seno de la UEFA algunos empezaron a valorar la posibilidad de
excluir a los equipos ingleses de las competiciones continentales. El fenómeno hooligan fue durante aquellos años
dorados del fútbol inglés un triste decorado que en ocasiones eclipsaba los triunfos
deportivos. El beautiful game se precipitaba hacia la tragedia de Heysel, hacia el fin
de una era.
EL 26 de mayo de 1982, Breitner, Rummenigge, Hoeness, el
Bayern de Múnich y sus tres Copas de Europa esperaban a un novato en una final
que se disputaría en el estadio De Kuip, la casa del Feyenoord de Rotterdam. En
tierras holandesas la lógica apuntaba a un triunfo de los alemanes, una máquina bien engrasada que
había goleado a todos los rivales que se habían cruzado a su paso.
No fue un partido exquisito, quizás por esa razón el Aston Villa
tuvo sus opciones. Y eso que el asunto empezó mal para Barton y los suyos, que
vieron como el meta Rimmer se tuvo que retirar a los diez minutos de juego al
recaer de una lesión en el cuello. Nigel Spink, de 23 años, en una de sus primeras apariciones en una portería que ocuparía más de 360 veces en el futuro, se convirtió en el héroe inesperado. El joven guardameta no se vio superado por
las circunstancias, y cumplió con creces, siendo decisivo. Un milagro en los
peores momentos de su equipo. Solo le batieron en una ocasión. Fue Hoeness, pero
el colegiado había señalado fuera de juego.
Mientras el Bayern desperdiciaba ocasiones, el Villa esperaba su
turno. El minuto elegido fue el 67. Peter Withe aprovechó una jugada conducida por Shaw y
Morley para, en su única ocasión del partido, superar a Manfred Müller
rematando al palo largo. Veinte minutos de asedio más tarde el muro de Spink seguía intacto. Se consumó así la
sorpresa de la final y de la competición. El gigante bávaro, que había ganado
las doce últimas finales europeas que había disputado, fue incapaz de igualar
el gol de Withe. El Aston Villa era el campeón de Europa.
*Esta serie repasa la efímera pero gran trayectoria de aquellos equipos que una
vez ganaron la Copa de Europa y que nunca más se han visto en otra igual.
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