por Carlos Martín Rio
A falta de unos cuantos meses para la disputa del Mundial de
Estados Unidos (1994) Scott Parker era un chico anuncio con un peinado terriblemente noventero que daba muestras de su habilidad con el balón en un spot de uno de los patrocinadores principales del torneo de la FIFA, la cadena
de comida rápida McDonald’s. El joven, que había nacido en Londres hacía 13
años, no vería por la televisión a su selección jugar aquel campeonato del
mundo. Los pross, comandados por
Graham Taylor, fracasaron estrepitosamente en la fase de clasificación,
viéndose superados por Holanda y Noruega. 18 años después, no hay novedad. Los
ingleses han ido acumulando un trauma detrás del otro, fallando en cada una de
las nuevas oportunidades que se presentan en un gran torneo. Esta noche, en
Wembley, han perdido contra Holanda (2-3). Suenan las alarmas.
A las puertas de otra gran competición, la Eurocopa de
Ucrania y Polonia, las sensaciones no son ni por asomo más alentadoras de lo
que se ha vivido en las dos últimas
décadas. Después del descalabro sudafricano, los problemas se han ido
sucediendo uno detrás de otro, empezando por la sanción a Wayne Rooney –se perderá,
y gracias, los dos primeros encuentros de la competición-, y acabando con la sorprendente
dimisión del seleccionador Fabio Capello, hace unas semanas. Sus desavenencias
con la FA en relación a la retirada de la capitanía de John Terry –el jugador
del Chelsea está inmerso en un escándalo de racismo- pesaron demasiado y ahora
todo está patas arriba. La solución de emergencia es Stuart Pearce, que ocupa
el cargo de manager interino a la
espera de que el órgano futbolístico más antiguo del mundo tome la decisión
adecuada. Mientras la mayoría de dedos señalan a Harry Redknapp como el sucesor
más conveniente, Pearce ha tenido la responsabilidad de recolocar el brazalete
de capitán antes del primer amistoso de la era post-Capello.
Scott Parker, el mismo niño que anunciaba hamburguesas, el
mismo que fue votado mejor jugador de la Premier League en 2011, ha sido el
elegido. Algunos apuntaban a Steven Gerrard como la opción más lógica. Líder y
alma de un grande como el Liverpool durante años y un fijo con 89 (hoy 90)
internacionalidades, el red parecía
un valor seguro. La de Parker ha sido otra historia, pero si el presente es lo
que vale –y es así en el fútbol-, no podemos obviar que el del Tottenham, que
despegó tras cuatro años sobresalientes en el West Ham, vive en el pico de su
madurez.
Su planta elegante y su pose de centrocampista clásico lo
definen estéticamente sobre el terreno. Trata bien el balón, lo distribuye con soltura
y se mueve con criterio e inteligencia. Además tiene carácter, se compromete
con la causa y su actitud suele ser la de no
rendirse. Esa es la cara buena. Luego, cuando el esférico pertenece al rival, enseña
su versión más contundente. Con acciones duras y demasiadas veces excesivas, se
ha ganado alguna que otra expulsión evitable. La dureza y el hecho que confunda
el compromiso y la entrega con la violencia son algunos de los argumentos habituales
de sus críticos. Su gran prueba en este sentido será precisamente la Euro de
2012. Los árbitros, que no dejarán pasar una, se fijarán en Parker, y él tendrá
que controlarse para evitar circunstancias que en la rutina liguera pueden ser anecdóticas
pero que en una competición corta pueden condenarlo, indefenso ante una prensa y
una opinión pública que siempre busca culpables –que se lo pregunten a David
Beckham-.
¿Infravalorado? ¿Sobrevalorado? Es curioso que con un
jugador se utilicen los dos términos. Lo cierto es que solo cuenta con once
internacionalidades absolutas en su haber, que se han sucedido con cuentagotas
desde su debut en 2003, cuando pertenecía todavía al equipo que lo vio crecer,
el Charlton Athletic. Antes, en 1996, ya había sido seleccionado para jugar con
la sub-16 y fue completando su formación con apariciones en la sub-18 y la
sub-21. Los altos y bajos y la experiencia frustrada en el Chelsea (2004/05) le
obligaron a labrarse un camino alternativo cuando su carrera parecía llamada a
ser meteórica. En Newcastle renació y en 2007, de vuelta a Londres para ser hammer, se autoafirmó como el líder que
todos esperaban. Hoy, vestido con el cada vez más glamuroso blanco del
Tottenham Hotspur, el luchador que nunca se rinde ahora quiere convencer para
quedarse el brazalete en posesión.
En Wembley no se ha vivido precisamente una fiesta. Pero si
el barco se hunde por lo menos tenemos claro que el capitán, Scott Parker, no
saldrá en un bote.
2 comentarios:
Per a mi Parker no té fusta de líder líder per comandar una selecció.
És un gran jugador, però Gerrard seria l'elecció lògica.
Dit això, pronostico que Anglaterra tornarà a fracassar...
Ah, i la millor època, per millor o per pitjor, la va tenir com a Hammer!
Molt d'acord, la millor època va ser com a hammer, està clar, així ho he mirat de reflectir al text. El descens, però, el va obligar a buscar-se la vida. Una pena que estigueu a la Championship. Tornareu.
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