por Carlos Martín Rio
El Nápoles llega pletórico a una
nueva cita con su historia. Más de veinte años después, esta temporada ha
vuelto a la máxima competición continental, y su participación está siendo
mucho más que un testimonial brindis al pasado. Hoy, ante uno de los grandes
de Europa en la última década, San Paolo se engalanará a su manera
típicamente infernal para volver a ser escenario de una eliminatoria directa de
Copa de Europa. Cuando Hamsik, Lavezzi y el depredador Edinson Cavani combinan
en ataque, el recuerdo de Maradona acelera su camino hacia el museo. Tras dos décadas
de reconstrucción, deudas, desgracias varias, refundaciones y ascensos, hoy el
Nápoles vive de lo que es y de lo que será, más de lo que fue un día en el pasado.
En la liga está pagando quizás el
rigor de una temporada de máxima exigencia, y se encuentra alejado a 13 puntos
de la primera posición. Es cierto que en algunos encuentros le ha
faltado la solidez y la contundencia de los equipos acostumbrados a ganar, pero
en su progresión adivinamos más síntomas de crecimiento que de pausa. El Nápoles es un
conjunto con personalidad propia que suele ser fiel a un esquema fijo (3-4-3). Su éxito no
está basado en ser camaleónico y adaptarse a las carencias del rival, sino en la ejecución de unas premisas básicas que tienen una suficiencia probada. Con ese
dibujo, el equipo partenopei quiere ser férreo, seguro, lo cual lo lleva a ser en ocasiones demasiado reservado y defensivo. El tecnico Walter Mazzarri se basa en tres centrales
fuertes -si la disciplina funciona como debe- (Aronica, Cannavaro y Campagnaro),
una línea de cuatro en el centro del campo con dos alas (Maggio, Dossena,
Zúñiga) que cubren la banda y dos hombres poderosos en el medio (Inler,
Gargano). En el ataque, la imaginación corre a cargo del ya archiconocido tridente en el que Hamsik imagina, Lavezzi inventa
y Cavani torpedea.
Es una temeridad apuntar a los
del sur de Italia como indiscutibles favoritos en la eliminatoria ante el Chelsea, pero si en
este tipo de enfrentamientos el estado de ánimo tiene algo que ver, los
napolitanos tienen un punto a su favor. El viernes, en partido adelantado a la
jornada de Serie A, los de Walter Mazzarri dieron un puñetazo sobre la mesa en
el Artemio Franchi de Florencia. Un 0-3 y un equipo
convencido de sus posibilidades que quiere hacerse fuerte en casa para viajar a
Londres con alguna garantía de éxito. Los de André Villas-Boas, en cambio,
están en el centro de una temporada más bien convulsa en la que un proyecto
nuevo y a priori estimulante se está estancando peligrosamente. Los
escándalos del capitán John Terry, la desesperante falta de puntería de
Fernando Torres o la incomprensible vulnerabilidad del sistema defensivo, son
algunos de los factores que están cerca de descomponer a un equipo que tiene
inalcanzable la lucha por la liga y que rozó el ridículo el sábado al bordear
la eliminación de la FA Cup ante un segunda como el Birmingham (1-1).
El
encuentro puede ser para los de Stamford Bridge una pesadilla inoportuna pero
también una opción para ganar en confianza. La de hoy es una situación de
la que no tienen escapatoria. Un punto de inflexión, un duelo clave que puede
marcar el inicio del ascenso o la consolidación del hundimiento del primer
proyecto con la marca AVB. Antes de jugarse, el partido es un sueño para el Nápoles y un incómodo compromiso para el Chelsea.
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