“Tonto es el que hace tonterías” dice cada vez que se reproduce en el DVD un Tom Hanks que nunca envejece y siempre es Forrest Gump. “Loco es el que hace locuras” podría decir Martín Palermo que, en esta vida de película, no fue a Vietnam, no fue amigo de Bubba, no se hizo millonario con los camarones, no fue una estrella de ping-pong, pero casi.
Sí se le ha caído una pared encima mientras festejaba un gol, sí ha hecho goles con los ligamentos rotos, sí ha marcado goles en un Mundial en sólo diez minutos, sí se platinó el pelo y se vistió de mujer para llamar la atención, sí se quitó los pantalones para festejar un gol y no se fue a San Martín de Tucumán en 1995 por una diferencia de 10 mil pesos (1.694,91 euros), ahí el guión hubiese sido diferente.
Ayer en La Bombonera, Palermo escribió su último capítulo en un Superclásico y fue con final feliz, convirtiendo en el 2-0 de Boca sobre River. Una pelota al área que agarró a la defensa millonaria tirando el fuera de juego demasiado tarde. Almeyda quedó enganchado y con los ojos bien abiertos, ‘El Titán’ la cabeceó por encima del alma de Juan Pablo Carrizo y desató el delirio y la locura xeneize.
Las lágrimas del ‘Optimista del gol’ al final del encuentro, el abrazo de todos sus compañeros y la voz de La Bombonera al unísono haciendo sonar el hit de la tarde: el “Paaaalermooo, Paaaalermooo…”, pusieron el corolario a una jornada que no fue perfecta sólo porque Independiente derrotó a Olimpo y así los de JJ López siguen fuera de promoción, pero eso poco le importa al ‘Loco’.
Resulta un esfuerzo de poesía decir algo que no se haya dicho sobre Martín. Heroico, épico, dramático, angustioso, sublime, superlativo, irrisorio, ridículo son todas palabras posibles. Pero es esta última la clave de la persistencia en el tiempo del ‘Titán’. El 9 de Boca es un jugador que no le tiene miedo al ridículo y en esa valentía radica su existencia heroica. Tiene que definir una jugada con la cabeza a la altura de la rodilla, en una posición más digna del kamasutra que del fútbol, no importa lo hace. Y siendo héroe cosecha idilio con sus seguidores y levanta el respeto y la admiración de sus contrincantes.
Once fechas estuvo sin convertir en este Clausura, de hecho marcó el peor registro de su carrera (951 minutos). Nunca decayó. Una vez que rompió la sequía ante Huracán, abrió el cielo y diluvió. Marcó luego en fila a Independiente, Argentinos y River. Ya tiene cuatro en el torneo, 8 en la historia de los Superclásicos, 234 en Boca –máximo goleador de la historia del club-, 270 en el fútbol argentino -7º máximo artillero del profesionalismo- y 304 en toda su carrera.
Pero si de diluvios hablamos cómo podemos olvidar el capítulo más pasado por agua y más milagroso: el día que Palermo hizo llover agua bendita. Eliminatorias sudamericanas para el Mundial de Sudáfrica, Argentina-Perú en El Monumental, 10 de octubre de 2009. La selección de Maradona venía de caer en seguido con Ecuador, Brasil y Paraguay, por lo que la clasificación a Sudáfrica se complicaba. Con Perú las cosas no andaban bien. Minuto 90 de partido, los peruanos igualan el encuentro ante un estadio que se queda en silencio…hasta que apareció San Palermo, y en el minuto 94 se puso la capa invisible y por detrás de todos sin que nadie lo viera conectó un buscapié que mandó a dormir para siempre en el fondo de la red.
El milagro ya estaba hecho, los montajes fotográficos y audiovisuales hicieron el resto. Palermo dejó de ser patrimonio boquense y se transformó en ídolo nacional. Nueve meses después esa semilla que plantó en Capital Federal daría sus frutos en Polokwane. Tercera jornada del Grupo B del Mundial de Sudáfrica, Argentina-Grecia en Polokwane, 22 de junio de 2010. La selección de Maradona se imponía 1-0 a los helenos, se aseguraba la primera colocación con puntaje ideal y el objetivo ahora era el gol de Lionel Messi. El astro del FC Barcelona buscó hasta el hartazgo batir al portero Tzorvas, pero entre éste y los palos se lo negaban. Minuto 80, entra Palermo sale Milito. Minuto 89, Messi arma una jugada estupenda que si convertía hubiese sido uno de los goles más lindos de la competencia, pero por enésima vez Tzorvas le ahogó el grito. Pero lo que el genio del fútbol mundial no pudo, el ‘Optimista del gol’ sí. Cogió el rebote y de derecha con una definición muy extraña nos terminó de convencer a los escépticos. Nos evangelizó.
San Palermo en carne ya viste santo. El hombre que fue capaz de errar tres penales en un partido (record Guiness) y redimirse diez años después en un Mundial. El hombre que marcó el gol 100 de su carrera con los ligamentos rotos, que estuvo 7 meses sin jugar y que cuando volvió lo hizo convirtiendo y eliminando a River de una Copa Libertadores. El hombre que se le cayó una pared y construyó un rascacielos de admiración. El hombre que metió un gol de cabeza desde 40 metros, que pateó un penal con los dos pies, que metió goles de taco, de chilena, desde la mitad del campo. Todo eso y mucho más es Martín Palermo. El hombre que no teme al ridículo, el optimista del gol, el hombre que en cuatro partidos colgará las botas y todos ya estamos haciendo la cola del cine para ir a ver su película.
Sí se le ha caído una pared encima mientras festejaba un gol, sí ha hecho goles con los ligamentos rotos, sí ha marcado goles en un Mundial en sólo diez minutos, sí se platinó el pelo y se vistió de mujer para llamar la atención, sí se quitó los pantalones para festejar un gol y no se fue a San Martín de Tucumán en 1995 por una diferencia de 10 mil pesos (1.694,91 euros), ahí el guión hubiese sido diferente.
Ayer en La Bombonera, Palermo escribió su último capítulo en un Superclásico y fue con final feliz, convirtiendo en el 2-0 de Boca sobre River. Una pelota al área que agarró a la defensa millonaria tirando el fuera de juego demasiado tarde. Almeyda quedó enganchado y con los ojos bien abiertos, ‘El Titán’ la cabeceó por encima del alma de Juan Pablo Carrizo y desató el delirio y la locura xeneize.
Las lágrimas del ‘Optimista del gol’ al final del encuentro, el abrazo de todos sus compañeros y la voz de La Bombonera al unísono haciendo sonar el hit de la tarde: el “Paaaalermooo, Paaaalermooo…”, pusieron el corolario a una jornada que no fue perfecta sólo porque Independiente derrotó a Olimpo y así los de JJ López siguen fuera de promoción, pero eso poco le importa al ‘Loco’.
Resulta un esfuerzo de poesía decir algo que no se haya dicho sobre Martín. Heroico, épico, dramático, angustioso, sublime, superlativo, irrisorio, ridículo son todas palabras posibles. Pero es esta última la clave de la persistencia en el tiempo del ‘Titán’. El 9 de Boca es un jugador que no le tiene miedo al ridículo y en esa valentía radica su existencia heroica. Tiene que definir una jugada con la cabeza a la altura de la rodilla, en una posición más digna del kamasutra que del fútbol, no importa lo hace. Y siendo héroe cosecha idilio con sus seguidores y levanta el respeto y la admiración de sus contrincantes.
Once fechas estuvo sin convertir en este Clausura, de hecho marcó el peor registro de su carrera (951 minutos). Nunca decayó. Una vez que rompió la sequía ante Huracán, abrió el cielo y diluvió. Marcó luego en fila a Independiente, Argentinos y River. Ya tiene cuatro en el torneo, 8 en la historia de los Superclásicos, 234 en Boca –máximo goleador de la historia del club-, 270 en el fútbol argentino -7º máximo artillero del profesionalismo- y 304 en toda su carrera.
Pero si de diluvios hablamos cómo podemos olvidar el capítulo más pasado por agua y más milagroso: el día que Palermo hizo llover agua bendita. Eliminatorias sudamericanas para el Mundial de Sudáfrica, Argentina-Perú en El Monumental, 10 de octubre de 2009. La selección de Maradona venía de caer en seguido con Ecuador, Brasil y Paraguay, por lo que la clasificación a Sudáfrica se complicaba. Con Perú las cosas no andaban bien. Minuto 90 de partido, los peruanos igualan el encuentro ante un estadio que se queda en silencio…hasta que apareció San Palermo, y en el minuto 94 se puso la capa invisible y por detrás de todos sin que nadie lo viera conectó un buscapié que mandó a dormir para siempre en el fondo de la red.
El milagro ya estaba hecho, los montajes fotográficos y audiovisuales hicieron el resto. Palermo dejó de ser patrimonio boquense y se transformó en ídolo nacional. Nueve meses después esa semilla que plantó en Capital Federal daría sus frutos en Polokwane. Tercera jornada del Grupo B del Mundial de Sudáfrica, Argentina-Grecia en Polokwane, 22 de junio de 2010. La selección de Maradona se imponía 1-0 a los helenos, se aseguraba la primera colocación con puntaje ideal y el objetivo ahora era el gol de Lionel Messi. El astro del FC Barcelona buscó hasta el hartazgo batir al portero Tzorvas, pero entre éste y los palos se lo negaban. Minuto 80, entra Palermo sale Milito. Minuto 89, Messi arma una jugada estupenda que si convertía hubiese sido uno de los goles más lindos de la competencia, pero por enésima vez Tzorvas le ahogó el grito. Pero lo que el genio del fútbol mundial no pudo, el ‘Optimista del gol’ sí. Cogió el rebote y de derecha con una definición muy extraña nos terminó de convencer a los escépticos. Nos evangelizó.
San Palermo en carne ya viste santo. El hombre que fue capaz de errar tres penales en un partido (record Guiness) y redimirse diez años después en un Mundial. El hombre que marcó el gol 100 de su carrera con los ligamentos rotos, que estuvo 7 meses sin jugar y que cuando volvió lo hizo convirtiendo y eliminando a River de una Copa Libertadores. El hombre que se le cayó una pared y construyó un rascacielos de admiración. El hombre que metió un gol de cabeza desde 40 metros, que pateó un penal con los dos pies, que metió goles de taco, de chilena, desde la mitad del campo. Todo eso y mucho más es Martín Palermo. El hombre que no teme al ridículo, el optimista del gol, el hombre que en cuatro partidos colgará las botas y todos ya estamos haciendo la cola del cine para ir a ver su película.
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