por Carlos Martín Rio
Hace 15 años, un ciclón originado en Brasil pasó por el Camp Nou. Fue efímero pero sus efectos devastadores todavía hoy se recuerdan. En aquella temporada en Barcelona, a donde llegó procedente el PSV Eindhoven, Ronaldo Luiz Nazario de Lima cambió para siempre el concepto de delantero centro. Una potencia inusitada y una velocidad endiablada se combinaban con una técnica exquisita y una naturalidad insultante a la hora de batir a los porteros. Ronaldo era bueno dentro del área, pero también fuera de ella. Podía regatear a cinco o seis rivales uno detrás de otro o podía simplemente disparar desde lejos y marcar. Podía encarar al portero y batirlo por bajo o deshacerse de él y resolver a placer. No era más que un adolescente, el más joven de la clase, pero a su alrededor todo parecía pequeño, casi ridículo.
Ronaldo no paró hasta que su rodilla dijo basta. Dejó el Barça un año después de aterrizar allí y tras dos buenas temporadas con el Inter y la selección brasileña, se rompió en 1999. Estuvo seis meses de baja. Y el día que volvía al fútbol volvió a recaer. El destino fue macabro y cruel con ‘El Fenómeno’. Con su carrera despedazada y su proyección truncada, se temió que Ronaldo tuviera que dejar de ser futbolista prematuramente. Y bien pudo haber sido así, pero como buen mito, el 9 renació de sus propias cenizas y se plantó en el Mundial de Corea y Japón dispuesto quitarse la espina de cuatro años antes, cuando perdió en la final contra la selección francesa.
Y vaya si lo consiguió. Tras tres años de calvario, Luis Felipe Scolari le dio la oportunidad de reivindicarse, de iniciar una nueva etapa de éxito. En aquel Mundial en el que los brasileños arrasaron, marcó ocho goles y fue clave en la semifinal, ante Turquía (1-0) y en la final, contra Alemania (2-0). Después de la pesadilla, el sueño cumplido. El tipo de cuento de hadas que sólo el deporte es capaz de explicarnos.
El nuevo Ronaldo nacido en Corea y Japón no fue el futbolista delgado que sorteaba rivales y se atrevía a arrancar desde cualquier punto del campo. Había perdido velocidad, mantenía algo de su potencia en el arranque, pero el talento para golear continuaba intacto. Así, congenió a la perfección con el Madrid de los galácticos cuando recibió la llamada de Florentino Pérez. Con Zidane, Raúl, Figo y compañía marcó más de 30 goles en sus dos primeras temporadas (2002-2004) y dejó sobradas pruebas de su capacidad. Esas dos temporadas fueron las últimas del gran Ronaldo. A partir de 2004, empezó la cuesta abajo.
Agotó sus días europeos en el Milan y luego se fue a Brasil para apurar sus últimos goles y seguir maravillando con su inagotable capacidad futbolística en el Corinthians. Con 34 años, el hipotiroidismo que sufre no le ha dejado recuperar un peso ideal para practicar el fútbol. Por eso esta temporada ha decidido colgar las botas. Ayer recibió su último homenaje como jugador en activo, disputó sus últimos minutos vestido con la camiseta canarinha, con la que ha marcado 67 goles, 15 de ellos en partidos mundialistas.
Un trocito de historia del fútbol estará siempre ligado a Ronaldo. Sabemos que es uno de los grandes porque no hay nadie como él. Así de sencillo. No formó parte de una revolución, fue una revolución en sí mismo. El día que Ronaldo pisó un campo, el fútbol moderno dio el pistoletazo de salida.
2 comentarios:
Excelente reportaje. Estabas buscando las mejores palabras, y tu las conseguiste en este escrito.
Gracias por resumir al mas grande: Ronaldo!
Podrá haber un Rey, un Dios o Mesias.... Pero nunca un fenómeno como Ronaldo!
Buen articulo, tu si que eres un fenomeno.
Publicar un comentario